Ambientes contaminados (el baile)

El Canal Nueve recién pasó en el noticiero algo sobre la preocupación que algunos tienen por la contaminación en el Riachuelo. Ellos piensan que los residentes de la zona están en alto riesgo de enfermarse por causa de la contaminación. Tienen razón por su preocupación, pero el Riachuelo no es el único ambiente contaminado. Hay otro que es aún más mortífero. Me refiero a los lugares nocturnos frecuentados por los adolescentes. Mi preocupación no es tanto que hay un alto riesgo de incendios en estos lugares, sino que exponen a los jóvenes a vicios que son capaces de lisiarlos de por vida. Mientras que ellos hacen fila para entrar los narcotraficantes les venden drogas. Al entrar están bajo la influencia de la droga y listos para entregar su cuerpo a tambalear por el ritmo de la música. No he presenciado personalmente las actividades en los bailes pero lo he visto por la televisión. Estoy seguro que si me encontrara allí mi pensamiento primordial sería, “¡Quiero salir de aquí ya!” No sería porque soy un viejo sin apreciación por la felicidad. Sería porque tal comportamiento es repugnante para aquel que ama a Dios.

El baile es un ambiente que facilita la inhibición. Para poder disfrutar del ambiente uno tiene que entregar el control de su cuerpo al bambaleo de los demás. Despierta la tentación sexual e impulsa a los jóvenes hacia la adicción. En camino a casa, a la madrugada, ellos hablan tan fuerte que su voz penetra las paredes de los dormitorios. Es porque el volumen de la música en el baile es tan alto que tienen que hablar fuerte para ser escuchado. Cuando salen a la calle todavía están bajo la influencia del mismo ambiente.

Algunos ni aun llegan a la casa después de pasar la noche bailando. A menudo se ven chicos de 12-15 años durmiendo en la vereda. Es que la excitación de la droga sacudió tan fuerte a su cuerpo que ellos quedaron sin energía. Su pobre cuerpo se rinde al sueño.

Me da pena que nadie se preocupa por esto. Al contrario, los canales de televisión lo presentan con aprobación. Hay los que se enriquecen por hacer propaganda en la calle, invitando a la juventud a disfrutar de lo que ellos prometen será “una noche inolvidable”.

Romanos capítulo uno habla de gente que se envanecieron en su razonamiento y su necio corazón fue entenebrecido. El versículo 24 dice que “Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos”.

Muchas veces los padres de estos jóvenes quedan en casa preocupados y llorando, pero es como si son impotentes en hacer algo porque hay pocos que comparten su preocupación. Muchos padres hicieron un esfuerzo grande en entrenar bien a sus hijos pero este mundo malvado tiene una atracción tan potente que muchos jóvenes ceden a la tentación.

Joven lector, te animo a reflexionar sobre lo que Santiago escribió: “Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Santiago 1:14-15). Pregúntate, “¿Es esta actividad realmente entretenimiento? ¿No es más bien pasión carnal desenfrenada? ¿Me conviene entregar mi cuerpo a esta lujuria? Un joven que es creyente debe ser capaz de encontrar diversión que no damnifica su cuerpo ni perjudica su futuro.

 

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