El culto a la Reina de los Cielos

En forma imponente y majestuosa celebra en estos días LA REINA DE LOS CIELOS el centenario de una de sus muchas apariciones. El santuario de LOURDES no puede ya contener más gente. Cientos de miles de personas, haciendo gala de una devoción rara en nuestro tiempo, se esfuerzan cada día por conseguir acceso al lugar santo y recibir por fin la bendición anhelada.

Por todas partes se advierte una organización precisa y eficaz. Hasta el más mínimo detalle ha sido tomado en cuenta para evitar confusión y facilitar la marcha ordenada de los fieles. La belleza y el arte con que se han hecho los arreglos acusan un espíritu exquisito y desprendido, consagrado íntegramente a la mayor gloria de LA REINA DE LOS CIELOS. Pero nadie puede salir de aquel santuario sin llevarse para siempre dibujada en el rostro la impresión profunda que produce el tumulto interminable de gentes angustiadas pero paciente que llegan hasta la gruta mágica esperando que de un momento a otro se produzca el milagro y termine la tragedia que los ha llevado allí. Naturalmente que van también allí los incrédulos, los irrespetuosos, los que sólo buscan el punto comercial apropiado, y sin duda, los maliciosos, que se preguntan a dónde irán tantos millones. A nosotros el espectáculo nos ha invitado a la meditación espiritual.

I. —UN CULTO CON RAICES LARGAS Y PROFUNDAS

El espectáculo de fe y de regocijo de LOURDES no es cosa de ayer ni de anteayer. Las apariciones de Lourdes, Fátima, Guanare, Guadalupe, Chiquinquina, etc., son acontecimientos recientes si los comparamos con la primera aparición en el mundo de LA REINA DE LOS CIELOS. Hemos de buscar sus raíces en los comienzos mismos de la historia; allá donde se encuentra también el comienzo de los sentimientos religiosos del hombre. Los sumerios y los babilónicos, que mecieron la cuna de la historia humana, la adoraban ya y la llamaban con el mismo nombre: Ishtar, REINA DE LOS CIELOS. Los asirios y los cananeos la heredaron con nombre, imagen y ceremonias. Los primeros la llamaron Sharrot-Shame y los otros Ashtarot. Los egipcios tuvieron también su REINA DE LOS CIELOS en diosas que llamaron Iside, Osiride y Anat. Nos relata el autor del libro de Los Hechos de los Apóstoles, que el Asia le rendía culto bajo el nombre de Diana en el templo maravilloso de Efeso. En la ciudad de Mukden en la China legendaria existe todavía un templo dedicado a la adoración de LA REINA DE LOS CIELOS. Por otra parte, las excavaciones que se llevan a cabo en todo el mundo con el fin de conocer mejor la historia y costumbres de nuestros antepasados, dan fe de la antigüedad de este culto no solamente entre los orientales Y europeos, sino también entre los indios americanos de todo el continente. Nada, que si las creencias son ciertas por su antigüedad y valen por el arraigo que hayan logrado en el corazón del hombre, tenemos que aceptar que la adoración a LA REINA DE LOS CIELOS marcha a la cabeza de los sentimientos religiosos de la humanidad. El espectáculo de Lourdes tiene, pues, raíces largas y profundas. Es el mismo culto rendido a la misma deidad desde los comienzos de la historia.

II. —EL PUEBLO DE DIOS Y LA REINA DE LOS CIELOS

No obstante, existe un dato curioso, que no puede menos que invitarnos a una cuidadosa y profunda reflexión: Tal adoración no solamente ha existido al margen de las ordenanzas bíblicas, sino que ha recibido siempre un severo rechazo de parte de los dirigentes autorizados del pueblo hebreo y de la iglesia novotestamentaria por considerarlo contrario a la voluntad divina.

Hay que admitir que tan pronto como el pueblo hebreo entró en contacto con los cananeos, LA REINA DE LOS CIELOS se abrió paso y se situó al lado del Dios Altísimo en la vida religiosa de Israel. No tan sólo eso, sino que fue objeto de mayor solicitud y devoción por parte de los hebreos que Dios mismo, Jeremías 7:18; 44:17-26.

El primero de los textos citados ilustra claramente lo que queremos decir. Por un lado está la evidencia del éxito y arraigo que llegó a tener en el pueblo el culto tomado de los cananeos: «Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego y las mujeres amasan la masa para hacer las ‘cavanim’ (tortas o «cakes») a la Reina de los Cielos». Ninguna ceremonia a Jehová logró nunca despertar una actividad tan global y un esfuerzo tan unido de todo el hogar como ésta rendida a la deidad femenina. El texto mismo explica la reacción divina: «Para provocarme a ira». Si se quiere saber hasta dónde este culto llegó a tener significado y valor para la familia hebrea, léanse los textos citados del capítulo 44; pero si se quiere saber cuál es el juicio y la condenación divinos sobre tal actividad, aquí está la respuesta: «Por tanto, así dice el Señor: He aquí, mi furor y mi ira se derraman sobre este lugar», Jeremías 7:20. No se trata, pues, de conocer la historia o de medir el arraigo que tal culto tenga, lo importante es saber cuál es el juicio de Dios sobre dicha adoración.

Que el culto a LA REINA DE LOS CIELOS fue en Israel algo foráneo lo atestiguan por un lado la ausencia de toda aprobación en la redacción de la Ley. No hay allí nada que remotamente pudiera implicar una sanción divina a tales prácticas. Por otro lado, la palabra que el profeta usa (7:18; 44:19) para designar las tortas o «cakes» que las mujeres hacían con la figura de la Reina para ofrendarlas en su culto, es una palabra de origen extranjero, que no se usa en el Antiguo Testamento sino en estos dos textos, y que tiene además una sorprendente semejanza con los nombres que los asirios y babilónicos daban a estas mismas tortas o idolillos. Las mujeres asirias y babilónicas las llamaban camunu y cavanu de donde la similitud con cavan salta a la vista. No hay duda, pues, que los hebreos importaron la reina, el culto y hasta el nombre de las tortas con que la ofrendaban y con ello provocaron la ira del Señor.

III. —UNA POSICION CLARA Y DEFINIDA

Habiendo dejado establecida la inequívoca posición de la Escritura Santa en relación con el culto a LA REINA DE LOS CIELOS, pasemos a examinar otra posición no menos clara y no menos definida. La Iglesia Romana, sin ningún apoyo bíblico, se ha constituido en heredera y continuadora del culto a LA REINA DE LOS CIELOS. El Vaticano, a pesar de confesar su falta de base escritural, la ha hecho «inmaculada», «co-redentora», la ha librado de la muerte que corresponde a todo ser humano, la ha sentado en el Trono de la Gracia y le ha dado igual gloria y poder que Jesucristo. Pronto, sin duda, la hará la cuarta persona de la deidad, y después mayor que las demás. Por otra parte, la Iglesia Romana no tiene ningún interés en alejarse del camino emprendido al lado de LA REINA DE LOS CIELOS; por el contrario, a veces da la impresión de querer apresurar la marcha hacia la meta propuesta. Al Movimiento de la Reforma del siglo XVI, que tuvo por fin ensalzar la persona de Jesucristo en la vida de la iglesia, la iglesia romana contestó con el dogma de la «inmaculada concepción». Cuando hace algunos años un grupo de ingenuos dentro del protestantismo creyó que había llegado la hora para una unión con la iglesia de Roma, el Vaticano apresuró la promulgación del dogma de la «asunción», o ascensión corporal de la Reina a los cielos. La posición de la iglesia romana a este respecto es clara y definida; el que abrigue ilusiones se equivoca.

IV. —QUE VALGA LA ACLARACION

Quizá sea necesario explicar nuestro esfuerzo por no identificar a la Virgen María, la madre nuestro Señor y Salvador Jesucristo, con la REINA DE LOS CIELOS que celebra en estos días el primer centenario de su apreciación en el santuario de LOURDES. Sencillamente porque para nosotros los evangélicos son dos cosas completamente diferentes. Lo que se lleva a cabo en Lourdes no puede ser otra cosa que la reproducción modernizada del culto a LA REINA DE LOS CIELOS que un día se introdujo en el pueblo hebreo provocando la ira de Dios a través del profeta Jeremías. En los Evangelios encontramos a la Virgen María, la sencilla y humilde madre del Salvador, para quien el Señor no ordenó otra cosa que el respeto y la admiración de los cristianos. Nosotros los evangélicos creemos en la Virgen María, la respetamos, admiramos y tratamos de seguir su ejemplo, y nos repugna la idea de verla convertida en LA REINA DE LOS CIELOS de los babilónicos, asirios y cananeos. Por eso, y que valga la aclaración, son dos cosas completamente distintas: Por un lado LA REINA DE LOS CIELOS de la iglesia romana y por otro la Virgen María de los evangelios.

El Heraldo Cristiano
Marzo 1958

Un comentario sobre “El culto a la Reina de los Cielos”

  1. El Dr. Lloreda era mi suegro. Me encantaria recibir informacion sobre escritos adicionales a este para mis hijos. Gracias.
    Dina Lloreda

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