El materialismo y el hombre de Dios

El término materialismo ha sido definido como: la práctica de poner mucha importancia y valor en las cosas materiales. Ciertamente, esta no es una definición nueva de lo que es el materialismo. El hombre ha estado inclinado a las cosas materiales desde la caída en el Jardín de Edén. Sin embargo, la atracción hacia las cosas materiales ahora es mayor por la gran diversidad de cosas disponibles. Cuando pensamos en este tema del materialismo y el hombre de Dios, notamos que la mayoría de los predicadores de hoy probablemente están mejor económicamente que los predicadores de generaciones pasadas. Con esto tampoco se quiere decir que todos los predicadores están bien económicamente hoy día. Hay muchos de ellos que son muy pobres y tienen muy pocos bienes en este mundo. Tampoco estoy implicando que todos los predicadores del pasado fueron pobres, algunos de ellos fueron muy ricos. Pero puesto que el nivel promedio de vida es más alto que nunca antes, el nivel promedio de vida de cada predicador es también alto. Con más posibilidades de comprar cosas, estamos más tentados al materialismo.

La Atracción del Materialismo

De acuerdo a Juan 2:16 hay tres tipos de tentación: «los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida». Estos fueron los mismos tipos de tentación que Jesús experimentó cuando fue como «uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado» (Heb. 4:15b). La tentación hacia el materialismo viene a través de los tres tipos de tentación.

Los deseos de la carne

Este es un deseo hacia mayor bienestar a través de cosas más grandes, muebles muy elaborados, autos muy costosos y ropa de marcas famosas. Todas estas cosas en sí no son malas a menos que nos obsesionemos con ellas hasta el punto donde siempre andamos antojados por lo más grande y lo mejor por el hecho de satisfacer nuestra carne.

Los deseos de los ojos

Este es el deseo por aquellas cosas que ni dan mejor uso ni funcionan mejor que tal vez otras de menor calidad. Se desean las primeras porque tal vez se ven mejor, o porque podrían hacernos aparentar como más sofisticados o «riquillos» pero no tienen absolutamente ningún uso mejor que otras de menor calidad. En otras palabras, deseamos algo simplemente por su apariencia.

La vanagloria de la vida

Este es el esfuerzo que se hace, no solamente para mantenernos al mismo nivel que el vecino o el amigo, sino que hay un deseo y esfuerzo por sobresalir en nuestro círculo social teniendo las cosas superiores en casa, muebles, autos y ropa.

Las Mentiras del Materialismo

1. Nos merecemos todo.

En realidad, nada merecemos. Todo lo que tenemos es de parte de Dios, ya sea que se nos ha dado por mano de otro, o que lo hemos obtenido a través del esfuerzo del cual Dios nos ha provisto. «Yo me merezco eso», esto es lo que proclama la mente o el corazón materialista. Si creemos que nos merecemos todo lo que obtengamos, siempre estaremos queriendo más y aun seremos tentados a usar métodos deshonestos para obtener más cosas.

2. Porque los hijos del Diablo tienen mucho, el hijo de Dios debe tener más.

De hecho, nosotros tenemos más, pero tal vez no se puede medir en dólares o en pesos y centavos. Nosotros tenemos el don de la vida eterna más los tesoros celestiales obtenidos a través de nuestro fiel servicio. Nada de lo que tiene el mundo se puede ni siquiera empezar a comparar con lo que el creyente tiene en Jesucristo.

3. Teniendo un poquito más me dará satisfacción.

Esta es probablemente la decepción más grande del materialismo. Salomón fue el hombre más rico que se menciona en la Biblia. Él lo tenía todo, pero, ¿estaba él satisfecho? Leamos su comentario acerca de las cosas de la vida en el libro de Eclesiastés en donde su conclusión fue «todo es vanidad» (1:2). No importa todo lo que tú tengas, siempre querrás tener más; y entre más se tiene, mayor es el deseo de tener aún más.

El Amor al Materialismo

Cuando cedemos a la atracción y a las mentiras del materialismo, notaremos que nuestro amor por las cosas es mucho mayor. Las posesiones tienen como un poder de adicción y podemos llegar a amar las posesiones tanto como el drogadicto quiere las drogas. Y mientras nuestro amor crece por las cosas materiales, se enfría nuestro amor por Dios. La Escritura dice: «No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él» (I Juan 2:15). Este versículo nos dice que es imposible tener un amor ferviente por Dios cuando amamos al mundo. Aún va más allá, diciendo que si nosotros amamos al mundo no amamos a Dios. No se puede amar a Dios y al mundo porque Dios está en el lado opuesto del mundo.

1. El amor por las cosas del mundo causa que perdamos la visión de las cosas espirituales.

Cuando nuestro enfoque está centrado en lo temporal, perdemos la visión de lo eterno. Las cosas de este mundo nos ciegan hacia las cosas de valor eterno. El resplandor de las cosas bellas es tan fuerte de tal manera que no podemos ver más allá. Muchos hombres de Dios han perdido la visión del ministerio porque el brillo resplendente de sus cosas, carros, ropas y otras posesiones materiales no les dejan ver más allá.

2. El materialismo contradice la doctrina bíblica de sacrificar todo para seguir al Señor.

Algunos son como el joven rico que vino al Señor pero se fue triste porque tenía muchas posesiones que no estaba dispuesto a dejar para seguir a Cristo. Decimos muchas cosas pero no las hacemos cuando llegamos al punto de dejar todo para hacer la voluntad de Dios.

Las Lecciones del Materialismo

1. Las cosas pueden llegar a ser nuestro dios.

Nuestro verdadero dios es aquel a quien le damos nuestro pensamiento, tiempo y esfuerzo, y a quien amamos más. ¿Hacia dónde están dirigidos nuestro tiempo, dinero y esfuerzo? ¿Están dirigidos hacia Dios y su obra o a la acumulación y disfrute de las cosas de este mundo?

2. El amor a las cosas materiales puede arruinar el testimonio de un hombre.

Muchos que en tiempos pasados fueron pastores, evangelistas o misioneros están fuera del servicio del Señor y ya no son usados por Dios porque cayeron en la trampa del materialismo. Cuando a un pastor lo que más le preocupa es el tamaño de la casa pastoral, y al evangelista lo que más le interesa es la ofrenda que le van a dar, y al misionero lo que más le interesa es su bienestar en el campo misionero, cada uno de ellos está mostrando lo torcido que está su ministerio y tal vez van a decir que las iglesias ya no los pueden sostener.

3. De un momento a otro las cosas materiales pueden ser quitadas de nosotros.

«Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar» (I Tim. 6:7). Solo podemos adueñarnos de las cosas en el tiempo de nuestra vida aquí. Aun así, podríamos perder esas cosas en un incendio, inundación o en la quiebra. Proverbios 23:5 dice: «¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? Porque se harán alas como alas de águila, y volarán al cielo».

¿Debieran los hombres de Dios vivir como indigentes y no tener algo bonito en cuanto a posesiones materiales? En ninguna manera. Por lo general, los predicadores en los Estados Unidos y sus territorios van a vivir mejor que la mayoría de los predicadores de los países del tercer mundo, porque el nivel promedio de vida es mayor que en los países en vías de desarrollo.

Un predicador debiera poner su nivel de vida más o menos como al nivel promedio de vida de aquellos a quienes él va a servir. No hay ningún valor espiritual en el hecho de que un hombre viva a un nivel más bajo que la mayoría de su gente para aparentar más humildad, pero sí hay falta de sabiduría en un hombre cuando quiere vivir a un nivel más elevado que los miembros de su iglesia.

Disfruta lo que tienes; acepta tus posesiones materiales como si Dios te las estuviera prestando por un tiempo; pero no te envuelvas con ellas, porque algún día éstas serán quitadas de ti, ya sea en vida o en muerte.

El Escudo de la Fe
Marzo / Abril 1996

3 comentarios sobre “El materialismo y el hombre de Dios”

  1. 1a teo1ogia de 1a prosperidad ha hecho que muchos predicadores pierdan su horizonte queriendo enriquecer sus arcas a costi11as de 1a pobreza de su ig1esia, trayendo fa1sas esperanzas de abundancia a personas que no conocen 1a profundidad de1 evange1io, no predican a Jesucristo sino e1 amor a1 dinero,tergiversando 1a pa1abra de DIOS, hay de aque11os que a 1o amargo 1e dicen du1ce y a 1o ma1o 1e dicen bueno,esta es una doctrina fa1sa de toda `fà1sedad, ten cuidado de no caer en e11a,

    1. Tiene usted bastante razón, hay tantas personas engañadas con ese tipo de doctrina engañosa pero solo nos queda pedirle a Dios por ellos y sean abiertos sus ojos para que conozcan realmente el proposito de Nuestro Señor en sus vidas.

  2. Muy buena apreciación del valor que tenemos hacia las cosas de este mundo. Dios nos libre de creer y cambiar la verdad de Dios por las mentiras del pecado, y en este caso por la falsa ilusión de satisfacción que ofrece el materialismo.

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