El sentido de repugnancia

Debemos medir nuestros valores morales no únicamente por lo que no hacemos sino también por lo que estamos dispuestos a tolerar. A veces es cierto que tenemos que aceptar lo malo con lo bueno pero, si nuestro sentido de repugnancia es lo que debe ser, aun debemos rechazar lo bueno cuando viene adulterado con lo malo.

Por ejemplo; hay una revista nacional que yo compraba de vez en cuando. Yo siento la necesidad de estar al tanto con lo que está pasando en el mundo. El leer el diario me dan noticias de ayer, no más. No tengo tiempo a leer el diario todos los días y, además, ha llegado a ser caro. Para mí, una revista de noticias me sirve mejor porque tiene noticias de toda la semana. Más y más me di cuenta de que la revista que yo compraba tenía cada vez más “pornografía”. Por fin tomé la decisión de no comprarla más. Para mí, sería mejor ser ignorante de lo que pasa que corromper mi mente con la pornografía.

Supongamos que usted tiene un matrimonio invitado a pasar la noche en su casa. Si la señora sale del dormitorio vestida nada más que en ropa interior, espero que lo tomaría con indignidad. ¿Por qué, entonces está dispuesto tener revistas en su casa que manifiestan lo mismo? ¿Por qué está dispuesto tolerar la desnudez por le tele?

El creyente debe manifestar al mundo dos calidades en particular. La primera debe ser un gran amor por Dios. El debe santificar a Dios el Señor en su corazón y estar siempre preparado para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que le demande razón de la esperanza que hay en él. (I Pedro 3:15) La segunda calidad debe ser su “santa y piadosa manera de vivir”. (II Pedro 3:11) Si la inmoralidad no produce ninguna reacción negativa significa nuestra aprobación. El hecho de que uno no participe en tales cosas no es suficiente. Debemos ser más abiertos y valientes en expresar nuestra desaprobación. Los mal vivientes están cada vez más sin vergüenza si la gente buena no dice nada en contra de lo que ellos hacen.

Una vez tuvimos un joven uruguayo viviendo en nuestra casa. Un día tuvimos planeado un paseo con los niños de la iglesia. Este joven estaba descompuesto y quedó en nuestra casa. Los demás niños del barrio sabían que íbamos a ir de paseo con los niños de la iglesia. Cuando vieron que nuestro coche no estaba algunos se reunieron en frente de nuestra casa, planeando de entrar y robar higos del árbol del fondo. El joven enfermo en nuestra casa escuchaba su conversación. Escuchó un niño decir, “Yo no voy a entrar pero tráiganme algunos higos”. La mentalidad de aquel niño es parecida a la de muchos creyentes hoy en día. Ah no, ellos no participan de tales cosas pero no quieren decir nada en contra a los que las hacen.

¿Dónde está nuestro sentido de repugnancia? ¿Cuánto hace que fuiste airado por una manifestación de inmoralidad? Efesios 4:26 dice que hay razón por el creyente estar airado. Siempre debemos ser respetuosos y amables pero esto no quiere decir que debemos ser indiferentes. Hay cosas que Dios aborrece y nosotros debemos aborrecerlas también. Para reactivar su sentido de repugnancia le conviene leer los siguientes versículos sobre la actitud de Dios y la actitud que nosotros debemos tener. Proverbios 3:32, 6:16-19, 11:20, 15:26, Salmo 101:3-4.

 

Un comentario sobre “El sentido de repugnancia”

  1. solo queria decir que te afecta grandemente y no solo a ti si no a la gente que te rodea y a la voluntad de Dios para tu vida. tu vida se vuelve muy infeliz y obscura.

Deja una respuesta

Deje un comentario respetuoso. Tome en cuenta que esto no es un foro de debates, y no todos los comentarios son aprobados.

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *