La indiferencia del incrédulo

Es desconcertante hablar con la gente de su gran necesidad de Cristo y notar su indiferencia. Después de aceptar a Cristo hemos experimentado un gran cambio en nuestra vida. Hemos visto lo mismo en la vida de otros. Tratamos lo mejor posible de convencer a otros que ellos también necesitan la nueva vida que únicamente Cristo puede dar. Sin embargo ellos dicen, “no, por ahora no. Tal vez más adelante”. “Pero” decimos, “la Biblia dice He aquí el tiempo aceptable, he aquí ahora el día de salvación”. Pero otra vez nos dicen, “No, ahora no. Dame tiempo a pensar”.

Salimos desconcertados porque fracasamos en convencerles de lo urgente e importante es la decisión de aceptar a Cristo como su Salvador. Decimos “¡Qué lástima que la gente son tan indiferentes!” A la verdad, hay muchos que están sufriendo castigo eterno por su indiferencia. Seguro es que ellos están arrepentidos.

La salvación siempre requiere un paso de fe. Es que no podemos ver más allá de la muerte. Pensamos como un ser terrenal. Todos nuestros conceptos se relacionan con esta vida. En la Biblia leemos de un hombre que rogaba que envíe a alguien de entre los muertos para testificar a sus cinco hermanos. Le dijeron, “Si no oyeron a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos”. (Lucas 16:27-31)

El hecho de que hay vida después de la muerte es algo que tenemos que tomar por fe. No hay forma de probarlo científicamente. Si aceptamos la Palabra de Dios como la verdad, a su vez, aceptaremos lo que ella dice sobre la vida después de la muerte.

No es únicamente la vida eterna que la gente pierde por su indiferencia, sino también todo lo bueno que Dios tiene para los suyos en esta vida. No se trata de bienes materiales sino de cosas de más valor. Cosas como la paz de Dios que pasa todo entendimiento (Filipenses 4:7), la gracia de Dios (II Corintios 9:8) y su misericordia y amor (Efesios 2:4).

No son únicamente los incrédulos que son culpables de la indiferencia. Muchas veces los creyentes también son culpables. A veces ellos viven en pecado como si no creen que Dios va a juzgar y castigar el pecador. (I Pedro 4:7) Tantas veces somos negligentes en la oración. (Mateo 7:7) También somos indiferentes en cuanto a la voluntad de Dios para nuestra vida. (Romanos 12:1-2) Somos negligentes también en buscar la verdad a través de la Palabra de Dios. (Juan 8:32, 36)

¿Indiferente? ¿Cómo puede ser? Después de todo lo que Dios ha hecho por nosotros. ¡Qué gran falta de respeto y agradecimiento! Puede ser por eso que los incrédulos son tan indiferentes. Ellos no ven que los creyentes toman en serio las cosas de Dios. Que Dios abra nuestros ojos para ver que estamos estorbando la obra de Dios por nuestra indiferencia.

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