La serpiente de bronce

Números 21:1-9

“Se desanimó el pueblo por el camino” (Num. 21:4). Aquellos que siguen al Señor porque saben que es lo correcto, pero no le aman como deben, por cierto han de cansarse. Un corazón rebelde causa que sea difícil continuar. El pecado siempre conduce uno a rodear en lugar de ir directamente a la posesión. Es el camino de la vida lo que saca a la luz lo que realmente somos. La insatisfacción seguramente conducirá a la rebelión. Si el corazón no está satisfecho en Dios, se dirigirá por otro lado. Que los retrocedientes tengan cuidado. Note tres cosas sobre Israel:

1. Su pecado. Fue triple. Fue un pecado contra:

A. Dios mismo. Hablaron contra Dios (Num. 21:5). Todo pecado es contra Dios. Hablamos contra Dios cuando nos quejamos de su providencia, y cuando nos negamos a someternos voluntariamente a sus labores. Hablamos en contra de Dios cuando mostramos más simpatía por los mundanos que el cristiano, más interés por las cosas de esta vida que la vida por venir. Cuando preferimos el placer de la carne al beneficio del alma. El que no es para mí está en contra.
B. El siervo de Dios. Hablaron contra Moisés (Num. 21:5). Los que odian a Cristo no pueden amar a su pueblo. “Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Jn. 15:20). No es deseable que los que hablan en contra de nuestro Dios hablen bien de nosotros. La medida de nuestra unidad con él será la medida de nuestro sufrimiento por él. Si las bendiciones de Cristo caen sobre nosotros por nuestra identidad con él, ¿por qué no los reproches? Si se habla en contra de mí por aquellos que hablan en contra de Cristo, ellos dan testimonio que soy como Cristo.
C. La provisión de Dios. “Nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano” (Num. 21:5). El corazón que está en enemistad con Dios aborrecerá su pan. Cristo es su pan para el mundo, pero el mundo lo aborrece como pan ligero, solo apto para niños y personas enfermas, pero no para hombres fuertes en la batalla de la vida. Muchos en su orgullo tratan a Cristo como no suficiente para ellos, pues quieren algo más, y por lo tanto desprecian la provisión de la gracia de Dios.

2. Su dolor. Este dolor que produce arrepentimiento se ve en su:

A. Confesión. Vinieron y dijeron: “Hemos pecado por haber hablado contra Jehová, y contra ti” (Num. 21:7). El verdadero dolor llevará a la verdadera confesión. Hay poca esperanza para el pecador hasta que hace esta confesión, “Padre, he pecado” (Luc. 15:21). Cuando se ve el pecado como cometido contra el Señor, hace que sea sumamente pecaminoso, y cuando se cree esto, la confesión viene fácil y de forma natural. Para que un hombre crea que es un pecador contra Dios, y que no confiese su culpa, sólo está demostrando su decidida enemistad contra él.
B. Petición. “Ruega a Jehová” (Num. 21:7). El siervo despreciado se convierte ahora en el intercesor. El perseguido se convierte en el peticionario de los perseguidores. En el día malo mandan por Daniel. El camino de acceso sigue siendo a través de Aquel que es nuestro Líder y Comandante. Sin que se lo pidieran, el Señor Jesús oró: “Padre, perdónalos” (Luc. 23:34). Esteban también hizo intercesión por los transgresores. Cuando los hombres son verdaderamente sensibles a su culpa, entonces están verdaderamente conscientes de su necesidad de un Mediador.
C. Aflicción. Fue solo cuando el Señor envió serpientes entre ellos (Num. 21:6) que volvieron en sí. Los trapos y la pobreza del pródigo causaron que piense en la casa de su padre. Las serpientes ardientes de prueba y la aflicción han traído a muchos a la confesión, cuando han sido enviados por Dios. Pero el veneno de la mordedura de la viaja serpiente se ha hundido más abajo que esto, en las venas y las arterias de una humanidad pecadora. El hombre es un ser envenenado. Su naturaleza moral, incluso en su mejor momento, es una cosa contaminada y condenada. Para esto hay nada más que un remedio: La regeneración, y Cristo crucificado. Fue:

A. Divinamente colocado. “Y Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre una asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá” (Num. 21:8). Esta provisión, tal como la encarnación y muerte de Cristo, nunca podría haber sido sugerido por el hombre. El hombre no puede inventar ningún remedio para el pecado más de lo que el criminal condenado podría inventar un plan por el cual la ley pueda ser anulada y él mismo ser justificado. El que condena debe justificar. La salvación es del Señor. Por una serpiente han sido mordidos, por uno en la forma de una serpiente debe ser sanado. A través del hombre vino la muerte, por el hombre también vino la justificación de la vida. Jesucristo hombre quien fue hecho “en semejanza de carne de pecado” (Rom. 8:3).
B. Divinamente adecuado. “Ponla sobre una asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá” (Num. 21:8). Esta serpiente fue levantada para cualquiera que había sido mordido. Estaba al alcance de todos. Los medios de aplicación estaban al alcance de todos los que tenían ojos para mirar. Si tuvieran ojos que pudieran ver las carpas y las colinas, entonces con los mismos ojos podían ver su salvación. Si los hombres tienen fe para creer en otros, entonces con esa misma fe pueden creer para salvación. Cristo ha sido levantado muy por encima de todos los demás como el amigo y Salvador de los hombres. “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más” (Isaías 45:22).
C. Divinamente efectivo. “Cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía” (Num. 21:9). Ninguno miró en vano. Ninguno perece que confía en él. El “alguno” de Num. 21:9 es el mismo “alguno” de Apoc. 3:20: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. No importaba cuantas muchas serpientes lo habían mordido o cuantas pocas; no importaba si era rico o pobre, la promesa de Dios fue: “El que miraba vivía”. El mismo Dios ha dicho: “El que cree en mí, tiene vida eterna” (Jn. 6:47), y en Jn. 5:24 añade, “y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”. Y esta salvación es tan real hoy como fue la serpiente de sanidad de antaño. No son los medios los que salvan, sino el Dios de la salvación. Ellos creyeron a Dios y miraron, y él sanó todas sus enfermedades.

3 comentarios sobre “La serpiente de bronce”

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