Los hambrientos y sedientos de justicia

Tenemos que tomar en cuenta que las bienaventuranzas se tratan de características de los creyentes Mateo 5:6 habla de los que tienen hambre y sed de justicia. Es obvio que los que no son creyentes no experimentan este hambre y sed.

Cuando un joven se queja a su padre y dice, “Pero, papá, no eres justo”, el padre sabio va a contestar, “Sí hijo, tienes razón. A la verdad hay muchas cosas en esta vida que no son justas, pero nos conviene aceptarlas”.

La falta de justicia es lo que produce guerras. Es lo que resulta cuando una nación no respeta a otra nación. En la guerra mucha gente inocente muere. No era su decisión ir a la guerra. Mueren únicamente porque fueron reclutados por su gobierno y tenían la obligación de ir. Sin duda ellos dijeron, “no es justo”, pero no hubo caso.

La injusticia produce crimen también. Es una falta de respeto por los derechos humanos. Es mi mismismo. Es decir, “Yo soy el único que tiene derechos. Si quiero lo que tiene fulano, voy a llevarlo, aun si tengo que matarle”.

Proverbios 14:34 dice que la justicia “engrandece a la nación”. Quiere decir que los gobernantes de la nación no se aprovechan del gobierno. Lo mejor que podemos hacer por el bien de la patria es hacer todo lo posible para aumentar la justicia. Esto se hace por testificar de Cristo y también por animar a los demás a ser justos.

La justicia es la solución a un montón de problemas. Exige que tomemos en cuenta el bienestar de los demás. Si tengo hambre y sed de justicia no voy a perjudicar a otros. No voy a ser un tropiezo a otros por poner un mal ejemplo delante de ellos.

La bendición viene cuando buscamos la justicia. La gran mayoría en este mundo buscan la felicidad y comodidad, no más. Son dos cosas escurridizas. Después de alcanzar lo anhelado nos damos cuenta de que no nos satisface como lo anticipábamos. Cuando tenemos más comodidad estamos incómodos todavía porque hay otros que tienen más comodidad que nosotros. El de poner la felicidad y comodidad antes de la justicia es condenarse a la miseria. El buen creyente no está guiado por sus sentimientos, no más. El está guiado por el conocimiento de lo que es justo. Puede ser que mis sentimientos dicen, “quiero experimentar tal o cual sensación”, pero mi conciencia dice, “no sería justo”. Por eso, él pone la voluntad de Dios por encima de su voluntad. Es lo que Jesús nos enseñó a hacer cuando él dijo en el huerto de Getsemaní, “No sea como yo quiero, sino como tú”. (Mateo 26:39)

Antes de sentir hambre y sed de justicia tenemos que ser conscientes de nuestra necesidad. En bienaventuranzas anteriores Jesús habló de estar afligido por su pobreza espiritual y llorar por nuestras flaquezas y pecados. Es también el deseo de ser justo.

El tener hambre y sed de justicia es tener un anhelo de librarse del poder del pecado. Algunos dicen, “Si no fuese por las tentaciones no sería tan difícil resistir el deseo de pecar”. Sí, puede ser, pero los únicos que no son tentados son los muertos o medio muertos. Mientras que estamos en este cuerpo vamos a ser tentados. Se puede negar a mimar el “yo” pero, “el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”. (Mateo 26:41) La mejor solución es el de entregarse un cien por ciento a la voluntad de Dios. Esto exige una decisión como el hijo pródigo que estaba pasando hambre en el coral con los puercos en un país lejano. El dijo, “Iré a mi padre, y le diré, padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Yo no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros”. (Lucas 15:18-19)

Esto no quiere decir que no precisará un esfuerzo por nuestra parte. Tendremos que evitar las ocasiones que exciten los apetitos carnales. Tal vez tendremos que alejarnos de nuestros amigos anteriores. Tendremos que evitar lo que tiene una influencia negativa sobre nosotros; cosas como lo que leemos y lo que miramos y escuchamos por la radio y la tele.

Por el lado positivo, nos conviene ponernos en ambientes que sirven para despertar nuestro hambre y sed de justicia. A veces estoy caminando por el centro sin estar consciente de tener hambre pero, si de repente, paso por un restaurante donde están cocinando algunos ricas hamburguesas o chori-panes, de repente tengo hambre. Sucede lo mismo si estamos bajo la predicación y enseñanza de la Palabra de Dios. Debemos estar leyendo la Biblia y buenos libros y escuchando a la buena música.

Lo de bueno de tener hambre y sed de justicia es la promesa. Dice que ellos van a estar saciados. Es un buen sentimiento levantarse de la mesa saciado después de haber comido todo lo suficiente. Al contrario, es un sentido de desesperación tener hambre sin tener lo que precisa para satisfacer su hambre.

Es normal tener hambre. Si no hay hambre es una indicación de que estamos enfermos. Si no tenemos hambre y sed de justicia es una indicación de nausea espiritual.

Tal vez parece ser una contradicción decir que estamos saciados pero todavía tenemos hambre. Es que siempre quiero más. Gracias a Dios, él siempre tiene más que ofrecernos. Es el cumplimiento de II Corintios 3:18 que dice; “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.

Amigo, ¿Usted tiene hambre y sed de justicia? Si no, puede ser que te apartaste del camino de Dios y perdiste tu apetito por las cosas de Dios. También puede ser porque nunca aceptaste a Cristo como tu Salvador. Si es así, “He aquí, hoy es el día de la salvación”.

Atención Jóvenes

Decisiones imprudentes resultan de la inmadurez voluntaria que resulta de la ignorancia voluntaria. No seas torpe Escuche y hagas caso al consejo de los mayores que te aman y quieren lo mejor para ti. “Tan torpe era yo, que no entendía; Era como una bestia delante de ti”. (Salmo 73:22)

 

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