Un grato olor

“Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento. Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida. Y para estas cosas, ¿quién es suficiente? Pues no somos como muchos, que medran falsificando la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo”. II Corintios 2:14-17

Dice Pablo que para Dios, somos un grato olor. El olor del cual él habla, no es algo que se puede sentir con su nariz. Se trata de una sensación agradable. Es como la sensación que uno siente cuando está con su amado. Es lo que Dios quiere sentir cuando él está con nosotros.

Si somos un grato olor para Dios, a su vez, seremos un grato olor para otros, pero no para todos. Dice Pablo que, “para los que se pierden”, el buen creyente es olor de muerte. Lo que está muerto, después larga un mal olor. Para el incrédulo, nosotros les hacemos conscientes de que ellos también están muertos y lejos de Dios. Ellos prefieran poner estos pensamientos fuera de su mente.

El hombre malo no se siente tan malo mientras que está en la compañía de otros que son como él. En su subconsciencia él se compara a sí mismo con ellos y dice, “No soy tan malo”. Es así en varias áreas de la vida. Un hombre en compañía de mujeres se siente fuera de lugar. También un hombre sin educación se siente fuera de lugar en compañía de profesionales. Si él se encuentra entre gente que viven sobre un nivel moral más alto que él, también se siente incómodo.

Dios, en su misericordia, a veces hace al incrédulo sentir el grato olor del creyente. Así fue en mi caso. A pesar de ser un ateo, yo vi en algunos jóvenes cristianos algo agradable. Ellos vivieron con una paz y tranquilidad que yo no tenía. Yo estaba desilusionado con la vida. Yo pensaba, “tiene que ser que la vida tiene algo más que ofrecer”. Había un gran vacío en mi corazón.

Por eso, yo pasé tiempo con estos jóvenes cristianos con la esperanza de encontrar el secreto de su serenidad. Yo pensaba que era un asunto de adoptar su estilo de vida. Intenté ser cada vez más como ellos. A pesar de todo, el vacío en mi corazón quedó ahí. Yo vi que ellos creyeron en Dios. A poquito abandoné mi ateísmo y creí en Dios. Yo tomé el paso final de creer en Dios una mañana cuando estaba cumpliendo un estudio en el laboratorio de botánica. El profesor dio a todos una hoja de árbol y nos enseñó como mirarlo debajo de un microscopio. Al ver la maravillosa actividad en cada célula de la hoja yo dije a mí mismo, “Tiene que ser que hay un Dios para crear algo tan maravilloso”. Después me di cuenta de que toda mi vida había vivido rodeado por manifestaciones maravillosas de la creación de Dios en la naturaleza.

Tal vez algunos dirán, “Y supongo que después de creer en Dios el vacío en su corazón se fue, ¿no?” No, no se fue. Había un paso más todavía que tenía que tomar. Santiago 2:19 dice, “También los demonios creen, y tiemblan”.

Una noche tenía una cita con una de las jóvenes cristianas. En mi intento de convencerla de que yo era un gran hombre me jacté de mí mismo y dije algunas cosas que no eran la verdad. Aquella noche, al llegar a mi cuarto, me sentía tan culpable que me caí al lado de mi cama y empecé a llorar y orar. Confesé mis pecados y pedí el perdón de Dios. Yo había escuchado a mis amigos cristianos hablar de ser salvo, de ser una nueva creación, de nacer de nuevo, etc. Yo pedí todo esto de Dios. Dios me contestó y me salvó aquella noche. Por la mañana siguiente me di cuenta de que no tenía más aquel pesado vacío en mi corazón. Me sentía como un hombre nuevo. Hasta el día de hoy no he sentido este vacío en mi corazón. Dios, en su misericordia, me hizo conocer algunos jóvenes cristianos que tenían un grato olor del conocimiento de Cristo.

Es triste cuando un creyente, por su mal testimonio, no larga un grato olor de Cristo. El da al incrédulo razón por pensar y decir, “Los creyentes no son mejores que yo para nada”. En vez de ser un grato olor de Cristo, el creyente se convierte en olor de muerte. No dejes que esto pase en tu vida.

Para muchos incrédulos, somos olor de muerte, pero siempre hay los como yo era, que están buscando una razón por el cual vivir. En nosotros ellos encuentran un grato olor y la esperanza de encontrar algo mejor en la vida. Pablo preguntó, “Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?” II Corintios 2:16

Si tú eres uno de los que está buscando, no busque más. En Cristo va a encontrar un alivio por el pesado vacío en tu corazón. Es a través de confesar tus pecados a Dios y pedir su perdón y su salvación. “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí el día de salvación”. II Corintios 6:2

 

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