El mejor amigo, la Biblia

Por Alfonso Lloreda, revisor de la Reina-Valera 1960

Un libro, cualquier libro, merece por lo menos ojearse. Representa el esfuerzo de alguien que quiso concretar sus pensamientos, sus experiencias o el fruto de su investigación sobre algún tema, para entregarlos a su generación y a las por venir. Es por esto que todo libro debe abrirse con respeto. No todo el mundo puede escribir un libro y menos un buen libro. Un buen libro pronto se convierte en un buen amigo. Lo leemos y releemos con cariño. Lo subrayamos para hacer resaltar sus mejores pensamientos y expresiones. Por el libro nos hacemos también amigos incógnitos del autor, lo apreciamos y hasta llegamos a admirarlo si es el caso. Sin embargo, es por medio del libro que entramos en contacto verdadero con el autor.

Cuando nos gusta leer y amamos los libros, inmediatamente pensamos en hacer nuestra biblioteca. Un rincón, aunque sea pequeño, donde podamos reunirnos con nuestros amigos los libros. Ya no pensamos únicamente en libros sino en buenos libros. Y al pensar en buenos libros pensamos en buenos autores. De ahí que la tarea de reunir una biblioteca sea una labor de selección, y cada libro es un nuevo amigo en nuestro rincón de lectura. Y como es natural, nos sentimos orgullosos de nuestros amigos. Hay libros que no deben faltar en ninguna biblioteca por pequeña que sea; y cuando los tenemos, sentimos que nuestro rincón de lectura se va convirtiendo poco a poco en una verdadera y valiosa biblioteca.

Entre todos los libres que conoce la historia de la literatura universal hay uno que aunque no se lea con la frecuencia y constancia que su contenido merece, hace sentir siempre muy orgulloso a quien lo posee. Se trata de la Biblia. Todo el que posee una Biblia debe sentirse orgulloso de tenerla en su biblioteca. Recientemente se preguntaba a un gobernante si tuviera que resignarse a perder todos los libros de su biblioteca, ¿cuál querría salvar por sobre todos? La Biblia, contestó sin vacilaciones. Eso no quiere decir necesariamente que este gobernante lea su Biblia diariamente ni busque en ella la orientación útil y necesaria para las normas de su gobierno; pero de lo que no cabe duda es de que tiene y siente un gran aprecio por ese libre y que se siente orgulloso de contarlo entre sus amigos predilectos en su rincón de lectura.

Ya que todas las personas se sienten orgullosas de contar entre sus libres una Biblia, creo que es oportuno decir algo acerca de este libre. Se le conoce con varios nombres, el más común de ellos es el ya mencionado: «Biblia», que en griego quiere decir «libros», porque en realidad es una reunión de varios libros, para ser exactos sesenta y seis libros. En realidad la Biblia es ya en sí una biblioteca no muy pequeña. Así, pues, el que posee la Biblia ya tiene una biblioteca de más o menes cuarenta autores diferentes. Otro nombre para este libro es «Las Sagradas Escrituras». Mientras el primer nombre, la Biblia, se refiere al número y variedad de libros y autores, este segundo nombre nos habla del contenido: son los escritos religiosos y espirituales de un pueblo, el hebreo, Algo así como lo que es el Corán para los mahometanos, el evangelio del Señor Buda para los budistas, Los Vedas para los brahmanes. Pero hay otro nombre para la Biblia y para las Sagradas Escrituras que señala su distinción especial con referencia a cualquier otro libro. Se le da el nombre de «La Palabra de Dios».

Con este nombre se está hablando de la autoridad de ese libro. Se está aceptando que ese libro tiene una autoridad que ningún otro libro sobre la tierra tiene: es la Palabra de Dios, es el mandato divino. Pero como si esto fuera poco hay todavía otro nombre con que se distingue este libro. Se le llama «La Revelación de Dios». Con esto se está diciendo que en ese libre Dios nos ha mostrado su voluntad. Estos dos últimos nombres tienen una gran y especial importancia con relación a la Biblia. No es tan sólo una colección de libros, no es únicamente que esos libros representan la riqueza religiosa y espiritual de un pueblo. Ese libro es la Palabra de Dios y es la Revelación Divina. Por eso el que posee una Biblia debe sentirse más que orgulloso, afortunado, porque tiene a su alcance la Palabra y la Revelación de Dios.

Si usted tiene una Biblia en su rincón de lectura, junto con otros buenos libros, le sugeriríamos que busque en ella sin pérdida de tiempo las siguientes palabras que se encuentran en el salmo 119-105. Muy fácil de encontrar. Si usted abre su Biblia exactamente en la mitad encuentra el libro de los Salmos y siguiendo la numeración de los Salmos se va a encontrar con el salmo más largo de todos que es el 119. En el versículo 105 dice: LAMPARA ES A MIS PIES TU PALABRA Y LUMBRERA A MI CAMINO. Esa es una maravillosa definición de lo que es la Biblia. Lámpara a los pies, es decir lámpara para alumbrar la vida. Toda la vida espiritual, material e intelectual de una persona puede ser iluminada por la Palabra de Dios. Dice también «y lumbrera en el camino». Camino es aquí la manera de vivir, incluyendo la profesión, el concepto que tengamos de la vida, etc. Cuando uno se pregunta de dónde viene y a dónde va, está preguntándose: ¿Cuál es su camino y hacia donde lo conduce?» La Palabra de Dios ilumina ese camino. No solamente ilumina la vida en todos sus aspectos sino también alumbra el camino por donde esa vida transita.

Sí, un libro, todo libro puede llegar a ser un buen amigo y por él llegamos a conocer a su autor, pero la Biblia, La Palabra de Dios, la Revelación Divina, es entre los libros, sin duda alguna, el mejor amigo. Y, lo que es más, nos pone en contacto con su autor que es Dios. Basta leerla para comprobarlo.

La Biblia en América Latina. abril-junio 1970

 

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