¿Cuál es la autoridad final para todos los tiempos?

El Salmo 119:89 nos asegura: “Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos”. Esto significa que nuestra autoridad final no cambia. Sabemos que nuestro Dios no cambia (Malaquías 3:6), por lo tanto, su Palabra no cambiará. Según estos principios bíblicos, la autoridad final de Dios no cambiará, de modo que invalide o reemplace lo que antes era la autoridad final.

Debido a que los manuscritos originales no sobrevivieron, (aunque se copiaron, y han sobrevivido aproximadamente 6.000 manuscritos en hebreo y 5.700 en griego) a través de los tiempos, algunos han sugerido (a veces de forma dogmática) ciertas autoridades “finales” para tomar de forma absoluta el lugar de los manuscritos originales. Los casos más conocidos en la historia de la Iglesia, incluye el Textus Receptus, el Texto Masorético, la Vulgata Latina, y la versión King James. Aunque no se sabe de declaraciones de que el texto crítico sea la autoridad final, algunos tratan la edición que más reciente ha salido a la luz prácticamente como si fuera la autoridad final. ¿Puede una, o una combinación de estas fuentes, tomar el lugar de la autoridad final de forma absoluta?

Hay preguntas obvias que se deben hacer en cualquier caso: ¿Cuál fue la autoridad final antes que alguien decidiera otorgar esa designación a otra fuente? ¿Cómo se puede comprobar que realmente hay otra autoridad final a la cual todo el mundo debe someterse, sin que sea una decisión arbitraria?

Hay quienes enseñan que hubo una preservación perfecta y exacta en el año 1611 al producirse una Biblia en inglés inspirada, infalible y perfecta. Y, por tanto, las Biblias en otros idiomas deben conformarse a esa Biblia. Una de las cosas que me detiene de creer eso es por causa del “eslabón perdido”. Me refiero a lo que falta con todos sus tecnicismos entre los manuscritos originales y 1611. No hay ningún manuscrito específico, ninguna traducción en ningún idioma, ninguna edición del Texto Recibido que es absolutamente idéntico a la KJV. Algunos son muy cercanos. Pero como estamos hablando de perfección absoluta ahora, tendríamos que considerar tecnicismos. El Texto Recibido de Beza de 1598 concuerda con la KJV al 98% según un estudio; es cercano, pero no exacto. ¡Pregúntale a alguien que cree que la KJV es perfecta, cuál otra Biblia hay perfecta entre el período de los originales y 1611! Bajo esa teoría de preservación, tal como en la evolución, hay un eslabón perdido. Acepto la KJV en inglés, y creo que la verdadera preservación del texto obró de una forma particularmente eficaz y dadivosa, pero no acepto una teoría de preservación fantástica con un “eslabón perdido”. Dios fue tan fiel en cumplir sus promesas antes de 1611 como después.

Al considerar la cuestión y buscar respuestas a las interrogantes, es posible retroceder más en el tiempo, incluso hasta antes de las versiones y los textos impresos en los idiomas originales. Me refiero a la era de los manuscritos, cuando era más fácil que se introdujeran errores (tanto intencionados como no intencionados) debido a la escritura a mano. Aunque hay algunos muy similares, no hay dos manuscritos bíblicos iguales (a menos que un punto de comparación sea un manuscrito fragmentado con poco texto). “Un manuscrito ‘alejandrino’ típico tendrá más de una docena de variantes por página de texto griego impreso. Un manuscrito ‘bizantino’ típico tendrá entre 3 y 5 variantes por página”. (Pickering, Wilbur N. God has Preserved his Text! No publisher noted. 2nd ed., 2018, p. 123) La autoridad final durante la era de los manuscritos copiados a mano eran también los manuscritos originales. Los manuscritos originales fueron, son y siempre serán la autoridad final en todos los idiomas. Por mucho que a algunos les cueste aceptar la autoridad que se deriva de los manuscritos originales (debido a su estatus inexistente en forma física), hay que aceptar que la única manera de permanecer consistente es reconocer los manuscritos originales como la autoridad final para todos los tiempos y lenguas. Dios, en su soberanía, no permitió que los manuscritos originales sobrevivieran en forma física, pero no nos dejó a la deriva.

¿Has considerado que entre las variaciones entre manuscritos estaría presente seguramente la lectura de los manuscritos originales? Por tanto, el problema no es la preservación, sino la dificultad humana en reconocer el texto auténtico en algunos lugares.

Reconocer que los manuscritos originales son la autoridad final, permite que haya consistencia a través de los tiempos y en todos los idiomas. No hay necesidad de opinar cómo otra fuente puede ser la autoridad final cuando hayan surgido diversas ediciones con cambios textuales. Los miles de manuscritos griegos y hebreos, el Textus Receptus, la Vulgata Latina, el Texto Masorético y la versión King James—todos han aparecido con diversas ediciones con cambios textuales. No hay necesidad de opinar cómo, cuándo, por qué, y de qué manera la autoridad final se transfirió de los manuscritos originales a otra fuente, lo cual sería una imposibilidad. Digo esto, dado que, si una autoridad final puede ser reemplazada por otra autoridad, revela que nunca fue la autoridad final. ¡Una verdadera autoridad final no puede ser reemplazada! Otra razón por la cual las otras fuentes no pueden ser la autoridad final es porque no fueron inspiradas. No ocurrió un milagro cuando se editaron, ni se compilaron las otras fuentes para impedir el error humano.

Si se examina de cerca la literatura que intenta persuadir a otros de que su versión es inspirada, infalible y la autoridad final, a menudo se encuentra un argumento sobresaliente de que uno debe tener una Biblia infalible que puede uno sostener en la mano. Luego afirman o insinúan firmemente que, sin una traducción infalible, uno sería como un barco sin timón. Para explotar la necesidad de certeza, los infalibles autógrafos originales son burlonamente menospreciados con declaraciones como “¿de qué sirven los originales que ni siquiera puede ver nadie?”, etc. Es cierto que los manuscritos originales no sobrevivieron, pero su texto sobrevivió y ha estado disponible entre los miles de manuscritos que perduran hasta hoy. Los autógrafos originales desaparecieron en el sentido físico, pero su texto continúa con nosotros, aunque no todos compilados en orden en una sola fuente.

Al despojar a los manuscritos originales de su lugar apropiado como autoridad final, se crea un vacío, y se presenta a la nueva fuente convenientemente para llenar ese vacío, a veces con una referencia simbólica al papel del Texto Recibido y el Texto Masorético al hacerlo. Lo que a menudo no se comprende es que si los manuscritos originales alguna vez fueron la autoridad final, continúan siéndolo, porque si una autoridad final pudiera ser reemplazada, sería prueba de que, para empezar, nunca fue una autoridad final. Si lo convencen a uno de que necesita una autoridad final en la mano, y lo que le presentan es del siglo XVI, por ejemplo, la pregunta lógica es: ¿qué autoridad final había antes de esa fecha? Como tres cuartas partes de la historia de la Iglesia han transcurrido aproximadamente desde cuando se acabó el libro de Apocalipsis hasta el siglo XVI. ¿Dónde estaba la autoridad final durante todo ese tiempo después de que perecieron los manuscritos originales? Como criaturas caídas, tenemos un deseo y una necesidad innata de certeza; Dios nos creó con tal necesidad. Sin embargo, no se debe abusar de esta necesidad de certeza. Lo que está mal es enseñar que los angloparlantes (por ejemplo) tienen el privilegio de tener una certeza que nadie más puede tener, a menos que en algún momento le hagan suficientes ajustes a una Biblia extranjera para que sea como la Biblia en inglés. Mi opinión, la cual se refleja a través de los escritos de la historia de la Iglesia, es que la autoridad final reside únicamente en los manuscritos originales. Un ejemplo de la postura en la historia de la Iglesia es la siguiente declaración de Erasmo, editor de la primera edición del Texto Recibido:

Apoyo de todo corazón a quienes predican la autoridad inviolable de las Escrituras divinas. Quien las corrompa a sabiendas, insulta al Espíritu Santo. Reconozco esto. Pero la soberanía de la Escritura reside en los originales mismos. (Collected Works of Erasmus. Vol. 41, Ed. Robert D. Sider. Toronto: University of Toronto Press, 2019, p. 467)

¿Cuál es la mejor autoridad que podemos tener en ausencia de los manuscritos originales? Me aventuraría a decir que es la misma que hemos tenido a lo largo de los siglos gracias a la preservación, a medida que los autógrafos originales de libros individuales físicos de la Biblia se fueron perdiendo. Esas serían las lecturas más autorizadas y autenticadas de los manuscritos supervivientes que mejor atestiguan los manuscritos originales. A lo largo de los siglos, se han ofrecido diferentes ayudas para esta tarea. El Texto Masorético del Antiguo Testamento mantuvo un registro de variantes. Las ediciones del Texto Recibido fueron compiladas. La edición de 1550 de Estéfano del Texto Recibido contaba con un aparato crítico con lecturas variantes de manuscritos griegos y la Políglota Complutense. Aunque desconfío en general del texto principal de las ediciones modernas del texto crítico, todas cuentan con un amplio aparato crítico que permite una rápida comprobación de la evidencia del manuscrito a favor y en contra de lecturas seleccionadas. John Burgon proporcionó sus “Siete apuntes verídicos” para ayudar a determinar cuáles variantes tienen mayor autoridad (Burgon, John. The Traditional Text of the Holy Gospels Vindicated and Established. Oxford: Horace Hart, 1896, págs. 40-67). Obviamente, los aspectos técnicos están fuera del alcance de los laicos. Pero a lo largo de los siglos, Dios ha procurado que su pueblo reciba traducciones en su idioma que no solo son adecuadas y suficientes, sino que, en muchos casos, son precisas, fiables, dignas de confianza y de autoridad.

Aunque los manuscritos físicos ya no están, tenemos sus palabras entre nosotros gracias a la preservación. La enseñanza que se propicia burla y menosprecio a los manuscritos originales es errónea. Volviendo a los escritos del siglo XIX (y probablemente incluso antes), se puede ver que las burlas por la ausencia de los originales las hicieron los ateos e incrédulos. No es menos trágico que ahora haya cristianos que estén haciendo lo mismo (aunque por motivos diferentes). Si una buena versión como la KJV o la Reina-Valera no es la autoridad final —porque ese estatus solo pertenece a los manuscritos originales— ¿las buenas versiones de verdad no tienen autoridad alguna? Eso no es lo que estamos diciendo. Como lo han demostrado cientos de años de uso continuo, son absolutamente una autoridad adecuada y confiable. A pesar de la ausencia de los manuscritos originales físicos, gracias a la preservación tenemos la Palabra de Dios en forma confiable.

Para más sobre este tema véase La infalibilidad de los manuscritos originales de la Biblia defendida

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