Iglesias oscuras

Recientemente pasé por una avenida donde había varios templos. Era domingo en la noche, pero los edificios eclesiásticos estaban cerrados, a oscuras. No había luz en las ventanas ni evidencia alguna de actividad. Mas cuando llegué a nuestro templo, el edificio estaba inundado de luz y había gente entrando y saliendo, y grupos de jóvenes conversando.

Esa noche me puse a pensar en los templos oscuros, cuyas luces se han apagado y cuyas puertas se han cerrado, donde la Biblia sobre el pulpito permanece cerrada y no se escuchan más himnos, ni se elevan plegarias, ni se predican sermones, ni se invita al altar. En un sentido, esta figura de una iglesia oscurecida representa la apostasía religiosa de nuestro día y la indiferencia espiritual de estos años. Es un símbolo de una religión incompleta, de un evangelio trunco, de una iglesia con la puerta entre abierta.

Al pensar en esto, ¡cómo deseé que la realidad fuera distinta, que cada templo evangélico estuviera lleno de gente el domingo en la noche! Algunas iglesias han tenido mejores épocas, y debemos orar para que esas épocas retornen.

Pero mis pensamientos no se detuvieron allí. No podía satisfacer mi mente censurando a los demás, porque me pareció ver a muchas iglesias nuestras en una oscuridad tan intensa como la de aquellas otras. Una iglesia puede estar «a oscuras» en varios sentidos. La gente se retira de la iglesia no sólo cuando las luces se apagan y las puertas se cierran. La iglesia puede permanecer en sombras aunque la luz esté encendida y el servicio se haya anunciado. Y este cuadro de mi imaginación es el que me inquieta más que el otro, porque éste se aplica a algunas de nuestras iglesias.

CUANDO LA GENTE NO SABE

Las iglesias permanecen a oscuras porque la gente no viene. Algunos nos dirán que sus servicios son muy poco concurridos porque la gente no quiere venir. Pero es posible que la gente no venga porque no sepa que la iglesia está allí. El resultado es el mismo. En la clase de vida que tenemos en estos años no es difícil que una familia viva en la misma cuadra donde se encuentra situado un templo, y que no se dé cuenta de las actividades de la iglesia. Para esa familia, la iglesia está a oscuras. Parécenos que podemos hacer cuando menos tres cosas para remediar esta situación:

1. Anuncios. Es necesario que hagamos saber a la gente que estamos activos, muy activos. Este es el día de la competencia, aun entre las iglesias. En casi todas partes se pueden imprimir volantes, poner anuncios en los periódicos diarios, etc. En algunas regiones es posible poner un anuncio en las carreteras que entran a la población o pasan por ella. Podemos repartir nuestras publicaciones entre la gente. El periódico denominacional y el boletín de cada iglesia en particular son excelentes vehículos de propaganda para cada iglesia. Sí usted se pone a pensarlo, descubrirá muchos medios de anunciar al mundo que hay una iglesia iluminada al servicio de la humanidad.

2. Visitación. Pero los anuncios no son suficientes. De hecho, a veces producen escasos resultados. Nuestra propaganda es más eficaz, mucho más eficaz, cuando se hace personalmente. Debemos poner a trabajar a cuantos miembros sea posible en la visitación personal. No es posible ahora obtener la atención de la gente, sino por el contacto personal. Las iglesias «iluminadas» son aquellas cuyos miembros visitan y dan testimonio.

3. El programa. Con esta palabra quiero decir todo lo que sucede en la iglesia durante la semana y el domingo. Permítame ser franco: si queremos que la gente venga una vez, y que siga viniendo, necesitamos tener actividad continua. Nuestros servicios deben ser bien planeados e interesantes, y con un propósito definido. Nuestros sermones deben estar bien preparados y tener relación con las necesidades de la gente que viene. Toda nuestra actividad debe centralizarse en la necesidad humana. Debemos tener una serie de actividades durante la semana, que desafíen a la gente a hacer algo importante por el Reino. Debemos echar mano de los días especiales y usarlos como instrumentos para despertar interés y servicio. Francamente, yo he estado en algunas iglesias a donde jamás he regresado, porque no tienen interés alguno.

CUANDO LA GENTE NO TIENE CONFIANZA

¿Cómo? ¿Que la gente no tiene confianza? Sí señor, así es. La gente no viene a la iglesia a menos que tenga confianza en ella y en sus miembros. Y nos guste o no la verdad, el asunto es que algunas iglesias permanecen en tinieblas porque la gente no nos respeta. Por esta razón, una parte de nuestra responsabilidad es procurar crear el respeto para nosotros y nuestras iglesias. La gente vendrá en busca de ayuda espiritual cuando sienta que puede encontrarla.

1. El edificio y sus alrededores. Hace poco que un pastor me llevó a visitar a un miembro de su iglesia hospitalizado en una población cercana. Cuando íbamos, pasamos por un pueblecito donde tenemos una iglesia y nos detuvimos a visitar su templo; éste era una
ruina. Sobre la puerta desvencijada, apenas alcanzaba a leerse: «Iglesia…» Me avergoncé de aquel pastor y de la congregación, y cuando nos retiramos todo lo que pude pensar fue que quién se sentiría atraído por aquel lugar. Lo peor es que esta iglesia no era nueva, tenía muchos años de organizada. Pero era una afrenta para la comunidad y no había ganado la confianza ni el respeto de la gente.

2. Nuestra insensatez. Hay cierta inercia en ia obra de la iglesia que nos arrastra de los aspectos espirituales, interiores, del evangelio, a lo externo y superficial; de lo esencial a lo no esencial. Y porque es más fácil ceder que luchar, si no tenemos cuidado nos encontraremos poniendo sustitutos a los verdaderos avivamientos, a la adoración genuina, a la justicia real. Substituiremos estas cosas con métodos y prácticas superficiales. Y la gente viene cuando siente la presencia del Espíritu Santo en los servicios, pero se aleja cuando nota sólo una demostración del esfuerzo humano por imitar las operaciones divinas. Nuestro negocio es ganar almas para Cristo. No podemos violentar los principios de sinceridad y realidad, y esperar que la gente venga.

3. Nuestra vida. La santidad es un evangelio ético. Nuestra predicación tiene un interés especial en la vida recta y buena. Hemos de insistir en que para venir a Cristo se deben confesar los pecados, abandonarlos, y vivir sin ellos. Insistimos en que la experiencia de la entera santificación purifica la raíz del pecado y la arranca del corazón humano. Pero nunca olvide usted que los que tienen algún contacto directo o indirecto con nuestra iglesia, están observando siempre para ver si realmente vivimos de esta manera, y si es cierto que el evangelio de santidad se demuestra así en la vida de nuestros miembros (pero sobre todo en la vida del predicador). Sencillamente, no existe excusa alguna para una vida moral y espiritual deficiente entre los miembros de nuestras iglesias.

CUANDO NO HAY LUZ ESPIRITUAL

La luz que ilumina más la iglesia no viene de la planta de energía eléctrica, sino directamente del Señor. Es indispensable que haya evidencia de poder espiritual o la gente necesitada se irá a otra parte. Muchos templos casi abandonados hoy, perdieron primero su luz espiritual. No perdamos la luz del Espíritu. Observemos brevemente tres áreas donde se aplica claramente lo que hemos dicho.

1. El ambiente. La exhortación del doctor Bresee: «Conservemos la gloria de Dios con nosotros», debe ser acatada hoy más que nunca. Esto es esencial si hemos de adorar domingo tras domingo, y si hemos de permanecer en compañerismo cristiano y obtener la bendición abundante de Dios en nuestros servicios. Es cierto que Dios se manifiesta de muchas maneras, que no hay ningún procedimiento humano definido que nos garanticé un buen resultado en este sentido; pero todos sabemos cuando la gloria de Dios hinche la iglesia durante un servicio y cuando se ausenta.

Debemos conservarnos en la posición espiritual donde Dios puede bendecirnos. Debemos conducir nuestros servicios de manera de darle al Señor una oportunidad para obrar. Y nuestras iglesias se oscurecerán por completo si pasamos muchos días sin este ambiente donde se siente la gloria de la presencia de Dios.

2. Oración. Sabemos que la oración es la cuerda salvavidas de la iglesia. Debemos alentar a nuestro pueblo a que sea gente de oración. Yo acostumbraba decir a mi grupo que se reunía para orar cuarenta y cinco minutos antes del servicio, si en realidad habían orado o si sólo habían platicado. La luz brilla donde la oración persevera. No oscurezcamos nuestra iglesia menguando nuestro programa de oración.

3. La fuerza y el poder del sermón. Nuestra predicación debe tener fuerza. El predicador debe conservar su corazón ardiente, ferviente y lleno del Espíritu. Su mensaje debe tener la unción que sólo Dios puede dar. Dios puede penetrar cualquier conciencia y corazón por medio de un mensaje lleno de luz divina. Pero batalla mucho para llegar a los corazones cuando se le proclama por medio de una conferencia fría, o con términos confusos y sin vida. Dios nos ayude a predicar con simplicidad y para que el mensaje lleve luz a los corazones necesitados.

Conservemos nuestras iglesias bien iluminadas con la luz del Espíritu.

El pastor evangélico, 1959

3 comentarios sobre “Iglesias oscuras”

  1. Buenos días me llamo GERSON
    El comentario es excelente muy bueno y bien acertado
    El problema es que no tiene una sola base bíblica y me hubiera gustado que hubieras agregado pasajes bíblicos como apoyo gracias

  2. Hola saludos que saber de dónde . inicio este dogma de apagar la luz cuando se ora y se canta ya qué dónde me congregó están practicando esto y mi molesta porque no miro esto correcto

    1. Jamás he oído de semejante cosa. Apagar la luz mientras se canta tiene aun menos sentido que al orar. Es posible que sea una síntoma no más de problemas más serios, pero quizás no tan obvios.

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