Tu, yo y nosotros en el libro de Cantares

Esta vez, deseo compartir con ustedes uno de esos temas que nunca está por demás y que nunca sobra en el haber de la vida. Este artículo tiene que ver con algo que es esencial en todo matrimonio. Y, … del matrimonio siempre hay “algo” que podemos aprender, o “algo” que debemos recordar, ¿cierto? Espero que sí, porque desafortunadamente cuando dejamos de aprender, dejamos de crecer. Y personalmente yo encuentro que después de 30 años de matrimonio, aún no he terminado de conocer a mi esposa, (y ella, de seguro dirá lo mismo de mí). Es verdad que con los años hay cosas que vamos descubriendo el uno del otro, pero también hay otras que van cambiando y nos ajustamos adecuadamente a ellas, o batallamos para hacerlo y nos causan incomodidad, y como dice el viejo y conocido refrán: “o te aclimatas o te aclimueres”.

Un niño observaba que su tía hacía cierta clase de pan. En su observación, notó que algunas piezas de pan no tomaron la forma deseada, sino que se quedaron como a medias en su desarrollo. Entonces preguntó a su tía: “Tía, y… ¿por qué estas piezas no se inflaron como las otras?” La tía muy sabiamente le respondió: “Es que estas piezas de pan se cocieron “acuclilladas”. Esto me hizo recordar mis tiempos en que yo hacía pan. (Pues sí, por algún poco de tiempo fui panaderito, en mi adolescencia) Recuerdo que cuando metíamos las hojas o charolas de lata al horno para cocer el pan, algunas de esas latas o charolas con el uso ya estaban muy blandas y debíamos manejarlas con mucho cuidado, pues si “tronaban”, el pan que ya estaba en su punto para ser horneado se aplastaba y aunque se cocía bien, no lucía apetecible. ¿Sabía usted, que así hay muchos matrimonios? Al pasar los años “ya están cocidos” o sea, acostumbrados el uno al otro, pero nunca se desarrollaron como un matrimonio maduro que luce atractivo y ejemplar para otros. Algo les pasó, “algo tronó” en sus vidas que les hizo que se “apachurraran” y así se “cocieron”, se quedaron “acuclillados” como queriendo levantarse pero ya no pudieron, y a la fecha se encuentran estancados; como el bateador que está en la caja de bateo con tres bolas, dos strikes, dos outs en la pizarra, y las bases llenas y… se poncha, y no saca carrera. ¡Cuántos matrimonios se encuentran estancados, sin poder salir de algunos problemas que los han perseguido durante todo su matrimonio! Esos problemas no los han dejado crecer, no han podido desarrollarse con madurez, y se han quedado estancados ya por mucho tiempo. No deseo entrar en detalles por ahora pues ya habrá tiempo para eso en otro artículo, pero sí quiero entrar en una situación que llega a ser común “hasta en las mejores familias”, pues lo reconozca o no, todos luchamos con “el yo” y este no produce mucho daño en las relaciones interpersonales.

Si bien, el ideal es llegar al nivel de amor que “no busca lo suyo”, esto tiene un costo y se debe pagar el precio. Muchos de los conflictos en el matrimonio tienen su origen en una condición de vida movida por el egoísmo. Con mucha frecuencia nos enfrascamos en discusiones que no tienen otro objetivo más que hacer valer nuestros puntos de vista o nuestras opiniones sin considerar las opiniones y puntos de vista de nuestro cónyuge. Esto deja en desventaja a uno de los dos, el cual tiene que aceptar sin chistar los deseos del otro, y al fin de cuenta no hay un crecimiento integral en la pareja. Y lo que es peor, cuando ninguno cede se producen tremendos encontronazos que siempre dejan amargas huellas.

¿Qué debemos hacer para que en nuestro matrimonio el tú, y el yo disminuya, y el nosotros pueda crecer más en nuestras relaciones interpersonales? ¿Qué debe suceder en el matrimonio para que las expresiones individualistas y excluyentes, puedan convertirse en frases amables donde el “tu y el yo vaya desvaneciéndose y donde el “nosotros” sea la palabra mágica que tiende a resolver casi todos los problemas del matrimonio?

Creo que lo principal es crear y desarrollar un ambiente de intimidad. La intimidad es esa condición de vida que lleva a los cónyuges a mostrarse más y más abiertos el uno con el otro. Es paradójico decirlo pero, hay parejas que comparten un mismo techo sin ser íntimos, hay los que comparten un mismo lecho sin ser íntimos. La intimidad es algo más que simplemente vivir, comen y dormir juntos. Sin duda que la comunicación eficiente y adecuada juega un papel fundamental. Lo importante en la intimidad es que dejamos de ser jueces uno del otro, y comenzamos a ser descubridores de quienes somos realmente. Es colocarnos en el lugar del otro para entender lo que piensa, lo que siente, cómo actúa y porque actúa así. Un enemigo a vencer es el temor. No se puede lograr verdadera intimidad cuando se tiene el temor de abrir sus sentimientos el uno al otro. Hay matrimonios que mejor confiesan sus sentimientos a un amigo o amiga porque tienen el temor de confesarlo a su cónyuge. Y no lo hacen porque hay llegado a la conclusión que éste no les entenderá o les entenderá mal. Hay quienes tienen temor de “desnudar” sus sentimientos pensando que en cualquier momento pueden ser violados en un momento de ira, de enojo o de frustración. ¡Cuántos matrimonios hay que ya no se confían sus sentimientos porque en sus arrebatos han sacado a relucir algo que les era íntimo! La intimidad se quebranta, el cónyuge se ve traicionado y, si con frecuencia se cae en ello, la intimidad se marchita y se seca.

¿Ha leído usted el Cantar de los Cantares en una sola sentada? Pues si aún no lo ha hecho le invito a que lo haga de una vez. Esta vez, vamos a analizar algunas cosas en la bella historia romántica de este místico libro. La historia se desarrolla en torno al rey Salomón y su amada sunamita. En los primeros capítulos de este Libro, abundan las frases personales en donde el “tú y el yo” son frecuentes. Esto me hace pensar en esos primeros años de matrimonio en donde estos pronombres personales afloran de manera natural en nuestras conversaciones. Y es natural, pues acabamos de salir de un ambiente a veces hasta egoísta en donde todas las cosas giraban en derredor nuestro, (este puede ser el caso en donde uno de los dos es hijo o hija única) y aún si no lo fuera, en la soltería aprendemos a vivir hasta cierto punto de una manera tan independientemente que una vez casados nos cuesta trabajo adaptarnos a esa nueva vida. Así pues nos encontramos en la historia de la sunamita y Salomón, frases como: “Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma, Dónde apacientas, dónde sesteas al mediodía” “¿por qué había de estar yo como errante, junto a los rebaños de tus compañeros?” “Si tú no sabes, oh hermosa…” “Mi amado es para mí…” “He aquí tú eres hermoso, amado mío…” Y así puedo seguir citando frases como esas en donde la primera y segunda persona acaparan la atención. Pero a medida que la intimidad se da, los pronombres personales en primera y segunda persona comienzan a disiparse y una nueva relación comienza a darse en donde el primer pronombre en plural comienza a brotar de manera natural.

En los siguientes versículos subraye las palabras en donde está contenido el pronombre “nosotros”. Notará un crecimiento en la relación de estos enamorados. Notará una madurez en donde ya no se mueven más solos, en donde todas las cosas no giran alrededor de cada uno, sino que hay una madurez en la intimidad, y juntos; comparten no sólo su amor, sino también sus responsabilidades. He aquí sus palabras:

“Ven, amado mío, salgamos al campo, moremos en las aldeas. Levantémonos de mañana a las viñas; veamos si brotan las vides, si están en cierne, si han florecido los granados; allí te daré mis amores. Las mandrágoras han dado olor, y a nuestras puertas hay toda suerte de dulces frutas. Tenemos una pequeña hermana, que no tiene pechos; ¿Qué haremos a nuestra hermana cuando de ella se hablare? Si ella es muro, edificaremos sobre él un palacio de plata; si fuere puerta, la guarneceremos con tablas de cedro”.

Ahora, entre saquemos todas las palabras que contienen el pronombre plural: “nosotros” y saquemos algunas lecciones para nuestra vida y para nuestro matrimonio. Observemos las palabras:

“salgamos, moremos, levantémonos, veamos, nuestras, tenemos, haremos, edificaremos, guarneceremos”. (Cant. 7:11- 13; (:8,9) Personalmente me encantan estos versículos. A medida que vamos degustando las Escrituras un nuevo panorama se abre enfrente de nosotros. Pensemos ahora en todo lo que puede encerrar cada una de estas palabras.

1. «Salgamos» No dice “saldré”. Esto significa: “ya no estoy más solo o sola” “ya no debo pensar solo en mí” “ya no debo hacer lo que a mí se me pega la gana”. Ahora somos dos, andamos juntos, entramos y salimos juntos, tomamos decisiones juntos, sobrellevamos nuestras cargas y luchas juntos, gozamos nuestras alegrías y disfrutamos nuestras victorias juntos, sufrimos nuestras derrotas juntos. Hay alguien que está conmigo, hay alguien que está a mi lado, hay alguien a quien le interesan mis cosas. ¡Qué bendición, ya no estoy más solo o sola! Ahora entiendo aquellas palabras: “y serán una sola carne”.

2. «Moremos» Esto es vital. El apóstol Pedro escribe a los maridos: “vivid sabiamente con ellas,” esto significa más que simplemente tener una casa en donde comer, dormir, ver televisión, etc. etc. etc. “Morar” significa establecerse, significa poner sus bases y hacer suyo aquello en donde o con quien habita. No es sano que ninguno de los cónyuges tenga todavía su recamara de soltero o soltera en casa de sus padres. (Y aprovechando el viaje: Hago un llamado a los padres para que cuando su hija o hijo se casen, desocupen su cuarto y le pongan en sus maletas todos sus tiliches, incluyendo sus ositos de peluche y dejen de añorar la presencia de su niño o niña) No hacerlo hace que los hijos sientan que todavía hay un cable amarrado a su cintura que no los deja en plena libertad. “Moremos” significa: “me pegaré a mi esposa o a mi esposo” me uniré a él o ella y seremos una sola carne. “Moremos” significa estar satisfecho o satisfecha, contentos en lugar donde habitan aunque de momento tengan muchas carencias, la felicidad y el gozo no lo dan las cosas que nos rodean, sino las personas con quienes vivimos.

3. «Levantémonos» El cuidado del hogar no es responsabilidad de uno solo, lo sabemos. “Levantarse” significa que cada uno ha de poner atención a las necesidades y cuestiones que se deben atender. La economía familiar no es asunto único de quien trabaja y trae al hogar lo necesario, es cuestión de administración en donde ambos deben estar seriamente involucrados. Ahora sabemos que “no solo de amor viven los enamorados”, hay un compromiso y una responsabilidad mutua que se debe cumplir. Si el marido es quien debe levantarse temprano para ir a buscar el sustento de su esposa y sus hijos, la esposa no debe quedarse roncando en cama mientras el marido se va con la tripa vacía. ¡No! Ella también está involucrada y es parte del proyecto, por eso también se levanta y de buena gana y con gran satisfacción atiende a su marido y lo despide no con las dos yemas de sus dedos, sino con un sabroso desayuno que le harán recordar la dulzura de su hogar y su deseo de volver a él al término del día. (Hay maridos que ni desean regresar a su casa porque así como los despiden también los reciben) “Levantemos” significa que ambos están al pendiente de sus hijos. Hay que hacer algo cuando se necesita mostrar amor, dar dirección, aplicar disciplina, etc. etc. Se trata de no dejar caer su matrimonio, hay que levantarse y hacer algo cuando ven que la relación se enfría o se hace tediosa. Hay que hacer algo cuando la relación conyugal se vuelve aburrida. Pero no es justo dejarnos morir o ver como el amor se marchita o deteriora y quedarnos sin hacer nada.

4. «Veamos» Esto tiene que ver con la observación. Dejamos de lado necesidades que son importantes para uno u otro. Comenzamos a descuidar algunas atenciones que son no solo importantes sino necesarias, a veces para la esposa o esposo, otras veces en los hijos. “Veamos” tiene que ver con la sensibilidad y con la capacidad de satisfacer esas necesidades. Hay esposos que no pueden percibir alguna tristeza o preocupación que embarga el corazón de su esposa, y hay esposas que se les pasa de noche que a su marido también le gusta que lo admire y lo respete. “Veamos” es más que percibir. Es detectar y estar dispuestos a dar solución.

5. «Nuestras» El matrimonio es una vida para compartir. El egoísmo debe disolverse hasta desaparecer y ninguno mira lo suyo propio sino cada quien busca el bien del ser amado. Tus problemas, son los míos, tus luchas también son las mías. Tus victorias son las mías. Tus goces y alegrías también son los míos. Si tú enfermas, en mí también hay dolor. No es cuestión de “Sálvese quien pueda” es cuestión de salir juntos. No hay lugar para las conveniencias, solo hay espacio para todo aquello en lo que estamos juntos.

6. «Tenemos» Ahora hemos llegado a un punto algo escabroso y de discusión no importa lo mucho que compartamos juntos. Hemos llegado al punto de la familia política. Esta comprende el círculo de los suegros, cuñados, hermanos, primos, tíos, abuelos y demás familiares. Cantares 8:8 dice: “Tenemos una pequeña hermana”. ¿De quién es hermana? ¿De ella o de él? No lo dice, ¿verdad? Pero dice: “Tenemos”. Esto significa que ahora mi familia es tu familia, y tu familia es mi familia. El tema de la familia política es un tema de conflicto entre muchos matrimonios, ¿no es cierto? Pero notemos como el rey y la sunamita no discuten sobre “la hermana,” más bien, vemos que ambos están preocupados e interesados por el problema que tiene “su hermana”. Cuando nos casamos, queramos o no también contraemos responsabilidades con la familia política. Esto no significa que ellos deben dirigir, controlar, manipular, o decirnos como debemos conducir nuestro hogar. Error que muchas parejas cometen y sufren sus consecuencias. Pero esto significa que la familia política debe ser tomada en cuenta y respetada en la misma manera como quiero yo que se trate a la mía. Hay quienes quieren que su esposo o esposa disfrute la compañía y costumbres de su familia, y cuando es a la inversa se la pasa molesto o molesta todo el tiempo que convive con la familia opuesta. Hay los o las que exigen consideración de parte de su cónyuge para con su familia, pero no tienen ninguna consideración para con la familia de él o ella. Nada mejor que el equilibrio en este terreno. Hay matrimonios que tienen como penitencia ir a la Meca, (la casa de sus padres) en navidad o año nuevo. Es la tradición familiar. Y les importa un comino, (sin ofender al comino), los sentimientos que pueda experimentar su consorte en esto. Su familia se puede ofender si no asiste a esa reunión familiar la cual es toda una tradición desde sus ancestros. No importa si para lograrlo tenga que endeudarse por el resto del año porque hay que hacer un largo viaje. Creo que debemos tener mucho cuidado con esto. Pero igual, hay situaciones en donde la familia de uno o de otro debe gozar de nuestra consideración y algo debemos poner de nuestro parte para ayudar en sus problemas.

7. «Haremos» Esto significa esfuerzo. Significa entusiasmo. Significa sacrificio. “Hacer” no es la característica natural humana. A todos nos gusta que nos sirvan y nos hagan las cosas. “Hacer” es tomar la determinación a trabajar juntos. En el matrimonio siempre hay cosas para hacer. Y no me refiero a esas cortinas que hay que colocar, o ese grifo que hay que arreglar para que deje de gotear, o ese foco que hay que colocar y ese fregadero que hay que destapar. O esos botones de camisas que hay que remachar, y ese montón de ropa que hay que lavar o planchar. No me refiero tanto a eso, sino a que hay que hacer algo para mantener fresco el ambiente de nuestro hogar, hay que hacer algo para mantener un espíritu positivo en nuestra familia, hay que hacer algo para fomentar la espiritualidad nuestra, de nuestra esposa e hijos. “Haremos” es ser creativos. Es como cuando nuestro Creador dijo: “Hagamos al hombre” Algunos matrimonios están sumidos en la rutina y el aburrimiento porque nadie se pone a hacer algo para salir de aquél letargo. “Haremos” es la determinación de no seguir exactamente igual como el año pasado.

8. «Edificaremos» Esto está íntimamente relacionado con lo anterior. Con frecuencia destruimos relaciones, destruimos una amistad, destruimos una imagen. En fin, es más fácil destruir que edificar. Pero una mujer sabia “edifica su casa” la necia, con sus manos la destruye. Un hombre sabio edifica sobre la roca, mas el necio le da igual construir sobre la arena. Edificar y sobre edificar es un mandamiento bíblico que debemos tener cuidado de cumplir bien. Cada día edificamos carácter, edificamos un buen nombre de familia, edificamos valores y principios que queremos que perduren en la vida de nuestros hijos y nietos.

9. «Guareceremos» ¿Para qué sirve una guarnición? Si es militar: Sirve para proteger y cuidar. Si es de verduras: Sirve para adornar el platillo. Si es de metal como las que tienen las empuñaduras de las espadas, son para proteger la mano, y si se trata de joyas es el engaste donde éstas van colocadas. La expresión: “la guarneceremos con tablas de cedro” tiene la connotación de embellecer o hacer que aquello luzca excelente. Notemos que la madera es de cedro, esta es una madera exótica que sirve para embellecer pues es madera fina. De la misma manera, creo que como matrimonio debemos comprometernos para hacer que nuestro matrimonio luzca bien. Así como el platillo del chef que es adornado con una guarnición de vegetales o legumbres. Se manda adornar la doctrina de Cristo en nuestra vida, ¡cuánto más nuestro matrimonio! Me viene a la mente esta pregunta y le dejo con ella. ¿Qué tan bello es su hogar? Ojalá que nuestro deseo no se limite a solo cantar: “Danos un bello Hogar” sino que usted y su cónyuge estén poniendo todo su esfuerzo y lo mejor de cada uno para que esto sea una REALIDAD. Saludos y bendiciones…

Tribuna Bautista Bíblica

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