El libro de nuestra fe y práctica

El Profesor Juan Díaz Galindo fue miembro de la Comisión Revisora de la Biblia Reina-Valera 1960.

Cuando yo era niño, mi madre acostumbraba reunirnos a sus tres hijos (yo el menor de los tres), para leernos algún pasaje de la Biblia. Casi siempre hacía en seguida algunos comentarios sencillos al pasaje leído y agregaba algunos consejos que creía necesarios para nosotros.

Paréceme verla todavía, sentada en una silla bajita, leyendo con ayuda de unas gafas, en su Biblia de tamaño grande, alguna historia de los patriarcas de Israel o alguno de los grandes hechos de Moisés o del conquistador Josué. Otras veces una hermosa parábola de nuestro Señor Jesucristo c cierta historia de los viajes de San Pablo.

Así, desde niño, aprendí que la Biblia es nuestro libro de de y devoción, lo mismo que una fuente de inspiración y consejos para la vida diaria. Más tarde, en la Escuela Dominical, en la Iglesia y en el Seminario, confirmé esta convicción. Por eso me gusta leer diariamente la Sagrada Escritura.

«Sin fe es imposible agradar a Dios», dice la misma Sagrada Escritura. Porque sin fe es imposible creer y confiar en El. Ahora bien, ¿qué libro, como la Biblia, nos habla más de Dios, despierta y fortalece nuestra fe en El y nos enseña a confiar en El y a obedecerle?

Al abrirla en su primera página, sus palabras iniciales son éstas: «En el principio Dios creó los cielos y la tierra». En seguida, en forma bellísima, describe el proceso de la creación que culmina con el hombre hecho a la imagen y semejanza del Creador.

En años pasados estuvo de moda representar la fe como una persona con los ojos vendados. Como si los ciegos fuesen los privilegiados de la fe. O como si ésta estuviese limitada a la percepción visual de las personas y cosas que nos rodean.

La verdad es que todos necesitamos de la fe para afirmarnos y estar seguros de alcanzar las cosas que actualmente no tenemos. Es indispensable la fe para confiar en las capacidades e intenciones de las personas que nos rodean, sin el concurso de las cuales no podemos vivir. Y al darnos cuenta de nuestras limitaciones e imperfecciones, y al pensar en nuestras responsabilidades y en el destino de nuestra vida, sentimos la necesidad de confiar en un Ser superior a todo hombre, superior en bondad y sabiduría, en poder y fuerza, capaz de haber hecho los cielos y la tierra, y de guiar y sustentar todo lo que ha creado.

Pues bien, en la Biblia aprendemos no solamente que Dios es el creador de los cielos y la tierra, más también que es nuestro sustentador, nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones, nuestro Padre amante y misericordioso.

La Biblia nos presenta sobre todo a Cristo Jesús, la más gloriosa manifestación de Dios, Dios humanado para convivir con el hombre y redimirlo. Reverentemente leemos en ella las siguientes palabras: «No os congojéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber, ni por el cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran ni siegan, ni allegan en alfolíes; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros mucho mejores que ellas?»

Entonces nuestro ánimo se conforta, nuestra confianza en Dios se aviva, y con el Salmista podemos decir: «El Señor es mi pastor; nada me faltará. En lugares de pasto delicado me dará descanso; Junto a aguas tranquilas me pastoreará. Confortará mi alma. Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre».

En la Epístola a los Hebreos hay un pasaje sobre los grandes testigos de la fe de que habla el Antiguo Testamento, y en seguida dice: «Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro una tan grande nube de testigos, dejando todo el peso del pecado que nos rodea, corramos con paciencia la carrera que nos es propuesta, puestos los ojos en el autor y consumador de la fe, Jesús». Sí, Cristo Jesús es el autor de nuestra fe. Por eso es fe cristiana, pues es la fe de Cristo y en Cristo.

Junto con la fe, está la práctica. La fe cristiana es viviente; vive y actúa cada día. Por eso andamos por fe.

En la Epístola de Santiago se recalca el aspecto práctico de la fe, en los siguientes términos: «Mas sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos… La religión pura y sin mácula delante de Dios y Padre es esta: Visitar los huérfanos y viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha de este mundo… Hermanos míos, no tengáis la fe de nuestro glorioso Señor Jesucristo con acepción de personas…Pues si hacéis acepción de personas, cometéis pecado… ¿Qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podría la fe salvarle? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras es muerta».

San Pablo afirma lo mismo cuando dice: «Porque por gracia sois salvos, por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó para que anduviésemos en ellas».

Glorifiquemos a Dios por este libro que hace viviente y fructífera nuestra fe, y persistamos en lo que hemos aprendido de las Sagradas Escrituras, las cuales nos hacen sabios en la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Amen.

La Biblia en México. Enero-marzo 1960, págs. 19-20

 

2 comentarios sobre “El libro de nuestra fe y práctica”

  1. Gloria a Dios por hombres que un día dispusieron su corazón para servir a Cristo. Han dejado un legado, que sin duda alguna, sigue beneficiando a nuestra humanidad. Gracias a Dios por hombres, de carne y hueso, débiles y sencillos que dispusieron sus talentos para la gloria del que vive por los siglos de los siglos. Agradezco a Dios por el hermano Juan Díaz Galindo, que también participó en el trabajo de revisión de la Biblia Reina Valera 1960. Una versión de la Biblia que sigue el día de hoy siendo un medio para que muchos respondan al llamado de Jesucristo. Una versión que tiene gran importancia, en tiempos de apostasía en el que aun versiones contemporáneas y más actuales, así como mucha literatura moderna ha ido gradualmente perdiendo la pureza y castidad. Gracias a Dios, por hombre como el hermano Juan Díaz Galindo, que a pesar de que han partido a la patria celestial, como dice la Escritura, porque sus obras con ellos siguen. Atte un nieto de Juan Díaz Galindo, redimido por la sangre de Cristo y apartado para la Gloria del Aquel que dio su vida por la humanidad y merece ser exaltado, hoy y siempre.

  2. AMEN! Esto es lo que nos falta en el Cristianismo Hispano
    Doy Gracias a Dios que el uso un hombre como Juan Diaz G.
    para revisar nuestra amada RVR1960

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