Cómo Dios utiliza las cosas pequeñas

Es un tremendo principio aquel según el cual Dios utiliza las cosas pequeñas, inconsecuentes, débiles, sin valor. Te utiliza a ti, me utiliza a mí.

En primer lugar, recordemos Génesis 2:7: “Formó pues Jehová Dios al hombre de…” ¿De qué? ¿De uranio? No. ¿De platino? No. ¿De oro? No. Jehová Dios formó al hombre “del polvo de la tierra”. Dios tenía muchos poderosos ángeles que le hubiesen podido servir de modelos. Podría haber formado al hombre como los querubines o serafines, pero no lo hizo. Creó al hombre en su imagen espiritualmente, pero físicamente no existía imagen anterior. Dios formó al hombre del polvo de la tierra y sopló en sus narices el aliento de la vida, y el hombre fue un alma viviente. Es muy interesante notar que la palabra humanidad viene de la misma raíz latina que la palabra humus que significa materia vegetal en descomposición. Eso es lo que es la humanidad. Es exactamente lo que somos, y al polvo seremos tornados.

Si comenzamos reconociendo este hecho, entenderemos el divino principio de que toda la gloria es para Dios, y ninguna gloria para nosotros. Tiene que ser así, pues si nosotros queremos alguna gloria Dios dice: “Bien, dejaré al hombre que invente algunas bombas atómicas y de hidrógeno, y cuando exploten corromperán la atmósfera y el agua y harán muy difícil la vida en la tierra”. Pues todo lo que hay de malo en este planeta se debe al pecado del hombre. Pero si creemos la Palabra de Dios que dice que somos polvo de la tierra, entonces le daremos la gloria a él, y recibiremos de él bendición.

• UNA ZARZA

En segundo lugar, quiero que notemos la manera en que Dios se apareció a los hombres, cómo los utilizó y qué instrumentos empleó. Tomemos por ejemplo cuando Dios se le apareció a Moisés. ¿Qué leemos? “Y el Señor Dios le llevó a Moisés a un magnífico bosque de cedros, y le habló desde uno de los magníficos cedros”? No. Leemos esto: “Y apareciéndosele el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. Entonces Moisés dijo: ‘Iré yo ahora, y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema’. Y viendo Jehová que iba a ver, llamólo Dios de en medio de la zarza y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: ‘Heme aquí’”. (Éxodo 3:2-4).

• TABLAS Y CUEROS DE TEJONES

En todas las Escrituras encontramos que Dios se manifestó de estas maneras sencillas. Dios no habitaba en templos como los de Egipto y Grecia y Roma. El tabernáculo construido por los hijos de Israel no se parecía a la sala de las columnas en Karnak, en Egipto. Dios no tenía un templo como el Partenón de Atenas, uno de los más hermosos edificios del mundo antiguo. El templo de Dios era una casa prefabricada de treinta o cuarenta tablas que eran metidas en agujeros hechos en la tierra y atadas con sogas. Sobre estas tablas se arrojaba un rollo de cueros de tejón teñidos de rojo. Ese era el templo del Dios vivo. Allí fue que se manifestó a Israel. Si el hombre hubiese dicho, “Señor, establece en la tierra un templo o un tabernáculo que sea digno de ti”, y si Dios lo hubiese hecho, en nuestro pequeño mundo se habría inventado un templo que se extendiese hasta más allá del sol. La tierra no hubiese podido girar sobre su eje, y el peso de un templo tal hubiese sacado de su órbita al planeta, enviándolo tambaleando por el espacio más remoto. Entonces Dios dijo: “Ya que la tierra no puede soportar un templo que sea digno de mí, usaré un tabernáculo prefabricado. Usaré las cosas pequeñas para que mi presencia sea conocida entre los hombres.

• DOCE PIEDRAS

Leamos el relato de Josué capítulo 3, que habla de los hijos de Israel listos para cruzar el río Jordán cerca de Jericó. En ese sitio el río es profundo y la corriente es rápida pues el Jordán viene de tierras altas y va bajando hasta muchos metros por debajo del nivel del mar. Mientras Josué conducía al pueblo hasta la orilla del río, Dios le dijo: “Desde este día comenzaré a hacerte grande delante de los ojos de todo Israel, para que entiendan que como fui con Moisés, así seré contigo”. (3:7). Así cuando los sacerdotes entraron al río, el agua dejó de correr, y todo el pueblo pudo cruzar en seco. Y después de haber cruzado, Dios le dijo a Josué: “Tomad del pueblo doce hombres, de cada tribu uno… “Y entonces Josué les dijo: “Pasad delante del arca de Jehová vuestro Dios al medio del Jordán; y cada uno de vosotros tome una piedra sobre su hombro, conforme al número de las tribus de Israel (v. 4, 5). ¿Le dijo Dios a Josué “Levanta un hermoso monumento”? No. Todo lo que los hombres hicieron fue apilar las doce piedras, al otro lado del Jordán. ¿Quién amontonó esas piedras? Dios dice: “Yo”. ¡Pero no eran esculpidas! “Es cierto”, dice Dios. “Cuando hagas un monumento para mí, amontona doce piedras, y te acordarás de mí. Después de todo, ¿cómo pretendes hacer un monumento digno del Dios que puede detener las aguas del Jordán de modo que dos millones de personas puedan cruzar sin mojarse los pies? Es el poder de Dios. No se puede levantar un monumento a él. Y Dios dijo: “Cuando vuestros hijos preguntaren qué significan estas piedras, les responderéis que las aguas del Jordán fueron partidas”. (4:6, 7).

• UNA ESTACA Y UNA QUIJADA

En el cuarto capítulo del libro de Jueces, encontramos que había una gran guerra, y que Sisara el cananeo oprimía al pueblo de Israel. En esa época Débora era juez de Israel, y ella y Barac condujeron al ejército de Israel a la batalla en el Monte Tabor. Dios desbarató a Sisara y a su gente, y el jefe huyó a pie hasta llegar a la carpa de Jael, la mujer de Heber Cineo. Pidió agua, y la mujer le dio leche, y lo cubrió con una manta. El hombre agotado se quedó dormido. Entonces Jael “tomó una estaca de la tienda, y poniendo un mazo en la mano, vino a él calladamente y metióle la estaca por las sienes, y enclavólo en la tierra … y murió.” Nada más que la estaca de una carpa. No tenía Jael una espada de oro ni una lanza magnífica, pero ese día la estaca era más importante que todas las espadas y lanzas de Israel. Dios utilizó a una mujer y a una estaca de carpa para destruir al enemigo de su pueblo.

En el capítulo 15 de Jueces leemos cómo los filisteos trataron de apoderarse de Samsón. Este vio un esqueleto de asno, y levantó la quijada del mismo. No era sino un hueso cuando lo levantó, y siguió siendo un hueso cuando lo utilizó. Era una quijada de asno cuando Samsón terminó su trabajo, pero podía decir: “Con la quijada de un asno herí mil hombres”. ¿Por qué no le dio Dios un hacha guerrera? ¿Por qué no le dio una gran espada? Es que Dios no obra de ese modo. Sus métodos no son los del mundo. “Yo no necesito obligadamente lo escultural, lo erudito, lo bello, lo gracioso, lo impresionante”, dice Dios. “Yo no necesito la brillantez intelectual ni la personalidad dinámica. Tomo las cosas despreciadas a fin de que ninguna carne se gloríe en mi presencia”.

Porque mientras no sople Dios sobre él, el polvo sigue siendo polvo. Una zarza sigue siendo zarza hasta que Dios habla desde ella. Doce piedras son doce piedras hasta que Dios detiene las aguas del río y ellas aparecen. Y la estaca es un trocito de madera hasta que Dios la emplea para entregar al enemigo fuerte a los débiles para la gloria de Dios. Y el hueso no es sino un hueso, y Sansón no es más que un hombre débil, pero de repente el poder de Dios se apodera de él, y con el hueso hiere a mil hombres.

• COSAS PEQUEÑAS Y DIOS

En todas las Escrituras Dios empleó las cosas pequeñas: el polvo para hacer al hombre; la zarza; la casa prefabricada; doce piedras; la estaca; la quijada de asno; la honda y la piedra en las manos del joven David para matar a un gigante; los panes y peces de un niño para alimentar a 5000 personas hambrientas; una humilde muchacha campesina para que fuese la madre del Mesías; un pesebre de cuna para el Hijo de Dios encarnado.

El principio que rige todas estas cosas está expresado en 1 Corintios 1:26-29: “Porque mirad hermanos vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, no muchos poderosos, no muchos nobles; antes lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo flaco del mundo escogió Dios para avergonzar lo fuerte. Y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es. Para que ninguna carne se jacte en su presencia”.

Para los sabios de este mundo parece una necesidad que Dios utilice las cosas pequeñas, pero Pablo explica el por qué en el mismo capítulo, ver. 25. “Lo loco de Dios es más sabio que los hombres; y lo flaco de Dios es más fuerte que los hombres”. Nunca debemos olvidar que el ojo exterior ve lo necio, lo débil, lo despreciado, las cosas que no son. Pero el ojo interior de la fe ve lo necio y Dios, lo débil; y Dios, lo despreciado; y Dios, las cosas que no son. Nunca debemos olvidar que “el testimonio de Dios es fiel, hace sabio al pequeño” (Salmo 19:7). Su fuerza se perfecciona en nuestra debilidad. Él se goza en exaltar a los humildes y se ha creado un pueblo para sí mismo, de aquellos que no eran un pueblo.

Dios ha elegido las cosas pequeñas a fin de que el mundo finalmente aprenda que a él solo le pertenece la gloria. El hecho mismo de que el empleo de las cosas pequeñas parezca ridículo en los ojos de los hombres, no es sino un testimonio a la gracia soberana de Dios. Llegará el día en que estas cosas pequeñas que no son han de deshacer a las que son “para que ninguna carne se gloríe en su presencia”.

Dios usa las cosas pequeñas porque tiene el poder de hacer que sirvan, y esto es lo que ha hecho en Cristo. Pablo lo testifica cuando dice: “Mas de él sois vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría y justificación, y santificación, y redención” (1 Corintios 1:30).

Cuando Dios planea algún movimiento especial ¿a quién elige? A D. L. Moody, un muchacho campesino de Nueva Inglaterra. A Carlos Spurgeon, el joven inglés sin instrucción que se convirtió mientras un zapatero predicaba un sencillo sermón. Spurgeon creyó en Cristo, e Inglaterra fue sacudida como resultado. Hace una generación,Dios Dios eligió a un jugador de béisbol de Chicago llamado Billy Sunday. En años recientes, puso sus manos sobre un muchacho agricultor de Carolina del Norte, y envió ese muchacho llamado Billy Graham, por todo el mundo proclamando el evangelio de la salvación por Jesucristo.

¡Cuántas cosas pequeñas emplea Dios para su gloria! Y nos dice a nosotros: “Digo… A cada cual que está entre vosotros que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con templanza, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Romanos 12:3); y “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien en humildad, estimando inferiores los unos a los otros” (Filipenses 2:3).

• DIOS PUEDE USARTE A TI

¿Quiénes son los principales personajes en este drama terrenal? No sabemos pues los postreros van a ser primeros y los primeros postreros. Cuando venga el Señor, es posible que la mayor corona y el mayor galardón ha de recibirlos esa sirvientita que trabajaba en la casa de un millonario, y que diariamente glorificaba a Cristo en una vida de cosas pequeñas. Tal vez el predicador que recibirá el mayor premio del cielo será algún pastor campesino que entregó su vida por los demás y que escribió las verdades eternas en media docena de corazones. No podemos saber exactamente dónde estamos en el drama de la vida. Dios sólo nos pide que desempeñemos bien nuestro papel y hablemos según él nos lo vaya indicando día tras día.

Es posible que tú estés pensando en tu pequeñez en lugar de apoyarte en la grandeza de Dios. Te quejas de no tener oportunidades para servir al Señor. Estás desalentado por tu falta de dones; o tal vez tienes muchas cosas en contra, que te impiden servir al Señor. Pero Dios usó a una pequeña esclava para curar a Naaman el leproso; usó a una pobre viuda para salvar la vida a su profeta. Y no olvidemos a José el esclavo encarcelado que llegó a primer ministro. Recordemos que el Señor envió a doce discípulos al pueblo de Samaria, y todo lo que le trajeron de vuelta era un almuerzo. Entonces salvó a una prostituta, la mujer junto al pozo, y la envió a ella, con el resultado que se trajo de vuelta todo el pueblo consigo.

Así, seas quien fueres, tengas lo que tuvieres, entrega a Dios todo lo que tienes y todo lo que eres. Él tendrá la gloria, y tú la bendición.

Pensamiento Cristiano, 1960

 

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