Creyentes bajoneados

Aunque la palabra “bajoneado” no aparece en el diccionario, la realidad de la experiencia aparece demasiado a menudo entre los creyentes. El síntoma más común es una pérdida de apetito para las cosas de Dios.

Hay algo en común entre una enfermedad física y el estar bajoneado espiritualmente. En los dos casos hay una pérdida de apetito. El consejo que más a menudo damos es “hay que comer para mejorarse”. Puede ser, pero la comida no tiene el gusto que tenía antes. El creyente bajoneado no tiene deseos de leer la Biblia ni ir a la iglesia. Si lo hace, es más bien porque los de su alrededor lo empujan.

Cuando alguien está enfermo no es suficiente darle un tratamiento que sirve únicamente para aliviar los síntomas. Un buen médico dice, “Tenemos que hacer algunos estudios para saber por qué tiene estos síntomas”. Es así también cuando alguien está bajoneado espiritualmente. En muchos casos recetarle la tarea de leer una porción amplia de la Biblia no sirve para corregir el problema.

No tengo mucha confianza en la terapia de psicoanálisis, pero mi consejo es algo parecido. Nos conviene preguntarnos, “¿cuándo comenzó este problema?” No siempre podemos saber con exactitud. Muchas veces comienza por algún pecado. Puede ser una actitud, no más, que dejamos ocupar la mente. Es algo que se mete entre nosotros y Dios que embroma nuestra relación.

En enfermedades físicas a veces el médico tiene que decir, “su problema es tal o cual y lamentablemente no hay una solución”. A veces es fatal. Gracias a Dios, no es así en el caso del creyente bajoneado. Siempre hay una solución. Aun si no puede determinar cuando el problema comenzó, lo que tiene que hacer es acercarse a Dios humildemente y de todo corazón y pedirle perdón por dejar que algo embrome su relación. Hay la promesa de Dios que podemos volver a disfrutar de la saludable relación que tuvimos antes. El Salmo 51:10 dice “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”. El versículo 12 dice “Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente”.

En los dos casos hay buena razón en buscar una solución. El que está enfermo físicamente siente dolor y malestar. Puede ser que el que está bajoneado no siente dolor pero siente malestar. Su conciencia le molesta y se siente culpable. Otra razón por mejorar en los dos casos es la pérdida de poder disfrutar de todo lo bueno que la vida ofrece. El enfermo físico pierde trabajo y actividades sociales. El bajoneado pierde todo lo bueno que Dios da a los que andan en obediencia.

Si es un creyente bajoneado, le animo a aprovecharse de la solución. No espere un día más. Hermano, “Estas cosas escribimos para que vuestro gozo sea cumplido” (I Juan 1:4).

 

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