Himno Dulce comunión

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Dulce comunión
La que gozo ya
En los brazos de mi Salvador
Que gran bendición
En su paz me da
Oh yo siento en mí
Su tierno amor.

Coro:

Libre, salvo
Del pecado y del temor
Libre, salvo
En los brazos de mi Salvador.

No hay que temer
Ni que desconfiar
En los brazos de mi Salvador
Por su gran poder
Él me guardará
De los lazos del engañador.

La historia detrás del himno

Incontables multitudes se han regocijado en cantar himnos por siglos; pero siempre es mayor el regocijo en los que aprenden a leerla música, aunque no siempre ha sido fácil para la persona de escasos recursos poder estudiar música. En el pasado, sólo los pocos que pudieron pagar por sus clases privadas aprendieron música. En los E.E.U.U., muy pocos himnos se habían impreso antes del año 1830. Los directores de canto en las iglesias leían un poema a la congregación y le ponían la melodía; luego se juntaban para cantarlo. Pero poco tiempo después, llegó «el período de Lowel Mason». El señor Mason entrenó a distintas personas y entonces les mandó como profesores de música a muchos campos rurales. Y por medio de «clases de canto» o «escuelas del arte de cantar» se enseñó a las multitudes. Al estas clases hacerse populares, disminuyeron los líricos. Miles de miembros de iglesias recibieron ese tipo de instrucción, especialmente en el Sur de los Estados Unidos. Fue en una de estas escuelas de canto de una pequeña iglesia rural que su servidor, cuando tenía nueve años, aprendió su primera nota musical.

Entre los profesores más conocidos había un compositor del Estado de Virginia—el señor A. J. Showalter. El señor C. Donner en su libro «Nace un himno», nos relata como el señor Showalter—por una casualidad—escribió su himno «Dulce Comunión». Él había impartido clases de música en varios estados del Sur. Un día recibió dos cartas de ex-alumnos suyos. Las tristes noticias de ambas cartas eran idénticas. Los dos estudiantes habían quedado viudos. Al contestar sus cartas, el señor Showalter abrió su Biblia en Deut. 33:27 e incluyó en sus cartas «El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos de su Salvador”. Luego se dio cuenta que aquel versículo encajaba con el tema de un himno que podía traer consuelo y bendición a muchos. De modo que esa noche contestó no solamente aquellas dos cartas, sino que también escribió una tercera en la cual mandó solamente el coro de un himno nuevo a su amigo, el señor Elisha Hoffmann, quien residía en el Norte. El señor Hoffman tomó el coro del señor Showalter y le compuso las tres estrofas que conocemos de este himno. Después de componer el himno, se lo envió al señor Showalter quien le puso la música y publicó «Dulce Comunión» aproximadamente en el año 1888. Desde aquel tiempo, ese canto ha llevado bendición a miles de almas tristes.

 

3 comentarios sobre “Himno Dulce comunión”

  1. He alabado a mi Dios muchas veces con este himno, ahora al conocer su preciosa historia, con mayor devoción y gratitud seguiré elevando mi voz en actitud de reconocimiento de mi amoroso Señor.

    Para mi Padre Eterno toda la gloria.

    Bendiciones

  2. Es hermoso conocer la historia de estos himnos que son de gran bendicion a nuestra vida.
    Tenemos un programa en la iglesia en el cual traemos la historia de un himno. Donde puedo encontrar más información sobre los himnos?
    Muy agradecida por este link.

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