A veces la obra del Señor es estorbada por la falta de una actitud debida hacia el liderazgo. Es posible que haya faltas por parte de los líderes y también por parte de los que deben ser seguidores.
En primer lugar, es imprescindible que veamos la necesidad e importancia del liderazgo. Cuando Moisés supo que no le quedaba mucho más tiempo en este mundo, él todavía se preocupó por el bienestar de su pueblo. En Números 27:15-18 leemos: “Entonces respondió Moisés a Jehová diciendo: ponga Jehová Dios de los espíritus de toda carne, un varón sobre la congregación, que salga delante de ellos y que entre delante de ellos, que los saque y los introduzca para que la congregación de Jehová no sea como ovejas sin pastor. Y Jehová dijo a Moisés; toma a Josué, hijo de Nun, varón en el cual hay espíritu, y pondrás tu mano sobre él”. Un pueblo sin liderazgo es un pueblo desorientado y desorganizado. Resulta que cada uno hace lo que parece bien en sus ojos. Hay mucha verdad en el dicho que dice, “unidos somos más”.
En la Biblia vemos claramente que Dios quiere que tengamos líderes. Él quiere que sigamos a él. A su vez, él siempre pone líderes humanos para guiar a su pueblo. No debemos ser ignorantes en cuanto a la necesidad de liderazgo.
A veces la mala actitud que la gente común tiene en cuanto al liderazgo es por culpa de los líderes. Por eso, nos conviene hablar de ellos primero. Hay líderes que no tienen las calidades de liderazgo. I Timoteo 3:1-13 hace mención de las cualidades de obispos y diáconos. Los muchos requisitos en esta lista dejan a muchos hombres eliminados. El problema no es que Dios es demasiado exigente. Es que los hombres son muy negligentes. La porción empieza diciendo, “Si alguno anhela obispado, buena obra desea, pero es necesario que sea…” y sigue la lista de requisitos. Podemos decir que si uno anhela ser un líder, buena obra desea pero hay un precio a pagar. Hay requisitos.
Hay quienes quieren ser líderes, más que nada, porque les encanta mandar. “Todos tienen que hacerme caso a mí. Yo tengo la última palabra”. Más que nada, quieren ser líderes porque alimenta su orgullo. Es lamentable cuando un líder tiene esta actitud. Él está puesto para servir a los demás. No es que los demás están para servirle a él. El debe tener el bienestar de la gente en mente en vez de pensar en lo que él puede sacar para sí mismo.
Otra falta en algunos líderes es que ellos son más bien dictadores. Ellos piensan que tienen autoridad para mandar y que todos tienen que hacer caso a ellos. Un buen líder está dispuesto a consultar con la gente y buscar su opinión. Él aún está dispuesto a aceptar la voluntad de los demás aunque no sea lo que él quisiera hacer. La gente, de buena gana, sigue a un líder cuando sabe que él tiene su bienestar en mente.
Entre el pueblo siempre hay algunos que tienen un espíritu de rebeldía. Ellos están en contra de los líderes, no importa si son buenos o malos. En todos hay todavía raíces de la naturaleza vieja que inclinan a ellos a negarse a someterse a las autoridades. Si no están de acuerdo con la decisión tomada por el líder ellos dicen, “entonces no voy a cooperar”.
A veces hay algunos que están celosos de los líderes. Ellos mismos quieren ocupar el lugar de liderazgo. Aún piensan que son más capaces que sus líderes. Ellos están celosos de la atención y el respeto dado a ellos por los demás. Están celosos de la autoridad que tienen y de sus privilegios.
Una de las malas actitudes que lastima el corazón de un pastor es escuchar a hombres decir, “¿Por qué debo trabajar para dar dinero a la iglesia para pagar al pastor para que él no tenga que trabajar?” Los que dicen tal cosa manifiestan que son celosos y, a su vez que son ignorantes de la obra que el pastor hace. Si ellos tuvieran que seguir las pisadas de su pastor por una semana, sabrían que él también trabaja.
No hay líderes perfectos. Ellos también son seres humanos y fracasan. A menos que sea algo grave, debemos perdonar sus faltas y seguir apoyándolos y animándolos. Un buen líder debe reconocer que él no es perfecto y manifestar su agradecimiento a su gente por tenerle paciencia y seguir su liderazgo.
La actitud debida hacia el liderazgo requiere que pongamos por obra Efesios 4:2-3 que dice, “Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”.
Muy buenos estas observaciones porque lo lideres cada día debemos aprender mas.