La manifestación de la verdad

“Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios”. II Corintios 4:2

Es lamentable que haya tanto charlatanismo en la religión. Hay los que se aprovechan de la credulidad de la gente. Es increíble lo fácil es convencer gente que pueden recibir algo de Dios por tocar una piedra, supuestamente importada de la tierra prometida, o por caminar sobre un camino de sal.

La naturaleza humana no ha cambiado mucho desde que el Apóstol Pablo escribió su carta a los Corintios. El estaba consciente de lo fácil que era andar con astucia. Los 2000 años de avance en el conocimiento humano no ha cambiado la naturaleza del hombre.

Muchos están dispuestos a formar sus creencias religiosas sin una base verdadera. Algunos tienen lo que, para ellos, parece ser una base pero no averiguan para saber si es una base firme. Para algunos, su base es la antigüedad de sus creencias. Para otros es que su iglesia afirma ser una fuente infalible de la verdad. Estas dos bases brindan una seguridad falsa. Algunos piensan que no hace falta una base por sus creencias porque todo depende de sus sentimientos. El hecho de que “me siento bien en creer esto” es todo suficiente para ellos. Es subjetivo. Esta mentalidad está promovida por el humanismo y los maestros de la Nueva Era.

En algunos casos es más fácil convencer a la gente a creer una mentira que es creer una verdad. Alguien ha dicho que una mentira puede pasar dos veces alrededor del mundo mientras que la verdad está poniendo sus botas. Es por eso que es tan fácil adulterar la Palabra de Dios.

Debemos estar prontos en discernir cuando la Palabra de Dios está adulterada e igualmente prontos en rechazarla. Muchas veces encontramos la verdad mezclada con el error. El diablo sabe que es más fácil inducir a la gente a creer la mentira cuando viene envuelta en un paquete que tiene algo de la verdad. Muchos no saben distinguir entre la verdad y el error. Muchos ni aun saben distinguir entre lo bíblico y lo anti-bíblico. Hay también Biblias que están adulteradas. Los Testigos de Jehová tienen su “Traducción del Nuevo Mundo de las Sagradas Escrituras”. Ellos torcieron el sentido de las Escrituras cada vez que encontraron algo que no concuerda con su doctrina. Hay otras traducciones modernas de la Biblia que están adulteradas con el supuesto fin de hacerla entendida por los de poca educación. Resulta que, a veces, han cambiado el sentido de las Escrituras.

Hay sectas falsas que saben que sus enseñanzas se apoyan sobre una base tan precaria que sus nuevos adherentes están en gran peligro si no están aislados. Por eso les enseñan la necesidad de rechazar literatura y toda enseñanza que no viene de ellos. Otros aun tienen campamentos y colegios donde llevan sus nuevos adherentes donde los mantienen incomunicados con sus familiares. Allí les dan un lavamiento del celebro. Cuando salen de allí su mente está programada a no razonar ni averiguar sobre otras enseñanzas religiosas. Ni aun quieren reflexionar sobre lo que no viene de sus líderes religiosos. Esto es andar en astucia. La palabra “astucia” significa engañar o estafar.

Pablo, y nosotros también, debemos sentir la obligación de quedarnos dentro del lindero de la revelación de Dios. Lo aceptamos porque estamos plenamente convencidos de que es digno de confianza. No nos hace falta un lavamiento del celebro para estar convencidos de la verdad. Hay los que están engañados en pensar que no se puede estar seguro de que ha encontrado la verdad hasta que ha leído todo lo que ha sido escrito sobre la religión. El problema con esto es que sería imposible, en una sola vida, leer todo lo que está escrito. Otro problema es que deja al ser humano como juez de la verdad sin una base para probarla. El hecho de leer otros escritos religiosos no nos pone en peligro. Tal vez podemos aprender algo, pero juzgamos todo sobre la base de la Palabra de Dios.

Renunciamos lo oculto y vergonzoso porque en la Palabra de Dios encontramos algo superior. Es superior porque es la revelación divina.

 

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