La Santa Cena del Señor: la posición bautista declarada y defendida por las Escrituras

Los bautistas practican la comunión estricta y seguramente la practicarán hasta el fin. Queremos ser tan estrictos como la Palabra de Dios. Si hemos prosperado como un pueblo, es porque nos hemos adherido tenazmente a la Palabra de Dios. Cuando nos desviemos de esta bien marcada vía por mero sentimentalismo o popularidad transitoria, nuestro poder y utilidad se perderá. Estamos obligados a buscar las sendas antiguas, y cuando las encontremos, seguirlas. A pesar de todas las críticas y ultrajes, hemos prosperado practicando la comunión estricta. La razón está muy clara. En presencia de todo clamor nos hemos adherido á la Palabra de Dios, y Dios nos ha honrado altamente. Lo que ha hecho en lo pasado, hará en lo futuro. No hay ni argumento ni sabiduría en favor de la comunión abierta. Ella está basada sobre un mero sentimiento y un sentimiento falso. Somos de comunión estricta, y vamos a permanecer en ella.

Esto es francamente admitido por el Rev. J. L. Withrow, presbiteriano, en un bien sazonado artículo en el Interior. Dice:

«Además de esto, en su favor se debe decir que han probado, fuera de toda duda, que las estrictas condiciones de admisión a la iglesia y a la comunión, no excluyen al pueblo de la iglesia cristiana. Contra los credos y las restricciones de la comunión, hay constantes clamores por distintas partes. Los bautistas no tienen credo escrito, pero su credo no escrito como la constitución no escrita en Inglaterra, es más insuperable que los 39 Artículos de los Episcopales, o los ponderosos capítulos de la Confesión de Westminster. En contra de los credos escritos, las objeciones son tan urgentes que los congregacionalistas recientemente han hecho un nuevo —se puede ofrecer con seguridad un peso por cada nuevo convertido que ha sido ganado por este nuevo credo que no se hubiera podido ganar de otra manera. Y ahora los presbiterianos están malgastando un gran caudal ganado con dureza (contribuido en la mayor parte, por los cristianos pobres para mejor propósito), y están despertando contenciones entre hermanos en su esfuerzo de suavizar y endulzar su credo. La acusación es que excluimos al pueblo de la iglesia, y a los aspirantes al ministerio con condiciones tan estrictas como existen ahora. Esto se oye como el insigne desatino, al considerar que siendo la iglesia bautista la más estricta que tenemos, está creciendo—no como una yerba, sino como está prometido que la Palabra de Dios crezca. No hay iglesia, hasta donde sabemos, en la cual sea más difícil entrar que la bautista por sus condiciones teológicas, eclesiásticas y ceremoniales. Y sin embargo, hay multitudes que están entrando por su puerta angosta. Cualquiera que estudie con cuidado el asunto de las condiciones suaves y el de las exigentes para ser miembro de la iglesia, preguntando cuál sería el más seguro para aumentar el número de cristianos, compararía la historia de la iglesia bautista con la de las iglesias liberales así llamadas».

La práctica de la comunión estricta no es arbitraria entre nosotros. Creemos que el Señor ha puesto en el Nuevo Testamento ciertos requisitos para la comunión.

Creemos que la Escritura autoriza términos definidos para acercarse á la Cena del Señor. El divino orden es: primero, fe; segundo, bautismo; tercero, ser miembro en plena comunión de la iglesia; cuarto, disciplina; quinto, doctrina; y sexto, la Cena del Señor. Ningún hombre tiene derecho a la Cena del Señor que no haya ejercitado la fe, que no haya sido bautizado, y que no sea miembro de la iglesia, sujeto a disciplina y de acuerdo con ella en la doctrina. Esto es tan importante que lo ilustraré y lo defenderé bajo diferentes puntos de vista.

Jesucristo mismo instituyó la Cena. Un relato de este acto se encuentra en Mateo 26:26-30.

«Y comiendo ellos, tomó Jesús el pan, y habiendo dado gracias lo rompió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad; comed: este es mi cuerpo. Y tomando la copa, y hechas gracias, dióles, diciendo: Bebed de ella todos. Porque esta es mi sangre del nuevo testamento, la cual es derramada por muchos para remisión de los pecados. Y os digo, que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día, cuando lo tengo de beber nuevo con vosotros en el reino de mi Padre. Y cuando hubieron cantado un himno, salieron al monte de las Olivas».

No tenemos derecho de cambiar un solo requisito. ¿Fueron los discípulos bautizados? Sin duda alguna. Roberto Hall, el más ilustre defensor de la comunión abierta, lo admite. Dice: «Es casi cierto que algunos, probablemente los más de ellos, habían sido bautizados por Juan». (Obras, tomo 1, p. 303). En el evangelio de Juan, se declara que a lo menos cuatro de los discípulos fueron discípulos de Juan el Bautista. (Juan 1:36-40). También Jesús hizo discípulos y bautizaba. (Juan 4:1). No es razonable suponer que Jesús hubiera elegido hombres para representarle que hubieran rehusado obedecer el primer y más claro mandamiento del evangelio. «La práctica de la primera iglesia cristiana», dice Knapp, »confirma el hecho de que el bautismo de Juan fue considerado esencialmente el mismo que el bautismo cristiano. Para los que concedieron que habían profesado, por el bautismo de Juan, creer en Jesús como el Cristo, y quienes en consecuencia habían venido a ser en efecto sus discípulos, y habían creído en El, no fueron, en ningún caso, rebautizados por Cristo, porque esto fue considerado como hecho ya. Por lo tanto, no encontramos que ningún apóstol o algún otro discípulo de Jesús hubiera sido bautizado por segunda vez; ni aún aquel Apolos, mencionado en Actos 18:25, porque él había creído antes en Jesucristo, aunque había recibido solamente el bautismo de Juan.» (Teología Cristiana, p. 485).

Pero las Escrituras no nos dejan en duda sobre este punto. Cuando un apóstol había de ser elegido en lugar de Judas Iscariote era necesario ser un discípulo de Juan, como era el resto de los apóstoles. Cito Actos 1:21, 22:

«Conviene, pues, que de estos varones, que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entró y salió entre nosotros, Comenzando desde el bautismo de Juan, hasta el día que fue tomado arriba de entre nosotros, uno sea hecho testigo con nosotros de su resurrección».

Este pasaje indudablemente enseña que un apóstol debía haber sido un discípulo de Juan. En efecto, esto se tiene como un requisito absoluto. Esta interpretación es apoyada por los más célebres eruditos.

Alexander, presbiteriano, dice: «La idea evidentemente es que el candidato debía no solamente haber creído en las doctrinas de Cristo y sometídose a sus enseñanzas como un discípulo en el sentido más amplio, sino formando parte de aquel cuerpo permanente que parece haberle acompañado de lugar en lugar, durante el curso de su ministerio público». (Actos de los Apóstoles Explicados).

Gloag dice: «En estos versos, Pedro designa los requisitos necesarios de un nuevo apóstol: que debe haber estado asociado con ellos durante todo el tiempo que el Señor Jesucristo entró y salió entre ellos, esto es, durante todo su ministerio público. Afirman que el principio de ese período comienza con el bautismo de Juan y termina en el día de la ascensión». (Com. Crit. y Exegético sobre Actos).

Burkitt dice: «Esto es, uno que haya seguido a Cristo desde su bautismo hasta su ascensión.»

Adam Clark, metodista, dice: «Juzgaron que era necesario llenar la vacante en el apostolado por una persona que hubiese sido testigo ocular de los actos de nuestro Señor. Entró y salió; una frase que incluye todos los actos de la vida. Comenzando desde el bautismo de Juan; desde el tiempo en que Cristo fue bautizado por Juan en el Jordán; porque este era el tiempo en que probablemente principió su ministerio público». (Com. tom. 3, p. 694).

Barnes, presbiteriano, dice: «La palabra ‘comenzando desde’ en el original se refiere a Jesucristo. El significado debe expresarse así, ‘durante el tiempo en el cual el Señor Jesucristo, comenzando (su público ministerio) en el tiempo que fue bautizado por Juan, entró y salió de entre nosotros, hasta el tiempo en el cual fue tomado arriba, etc». De aquellos que durante ese tiempo habían sido compañeros constantes del Señor Jesucristo, se debe escoger uno para que sea hecho testigo de todo su ministerio».

No es contestación afirmar que el bautismo de Jesús no era un bautismo cristiano: porque fuera de toda duda esto fue todo lo que recibió Cristo por bautismo, y ninguna de las personas bautizadas por Juan fue rebautizado. Responde a cada requisito del Señor Jesucristo, y debemos estar contentos. «El objeto del bautismo de Juan», dice Knapp, «fue el mismo del bautismo cristiano, y por lo tanto, se puede decir de una vez que esencialmente no difiere de éste. Juan exhortaba a las personas bautizadas por él, al arrepentimiento y a la fe en el Mesías que estaba para aparecer y hacer obligatorios estos deberes sobre ellos por este rito. Y tan pronto como Jesús públicamente apareció, Juan afirmó de la manera más terminante que él era el Mesías, y así exigió de todos los que había bautizado, que creyeran en Jesús como el Mesías. Ahora bien, en el bautismo cristiano, el arrepentimiento y la fe en Jesús como el Mesías, son de la misma manera, los principales requisitos exigidos a los candidatos para este rito». [Teología Cristiana, p. 485.]

Turretini sostiene con gran erudición y fuerza que «el bautismo de Juan era el mismo en esencia al de Cristo», o bautismo cristiano. Calvino dice: Esto lo pone de manifiesto claramente que el ministerio de Juan era exactamente el mismo al que fue legado después a los apóstoles. La validez del bautismo no depende del administrador, sino de la esencia de la doctrina. Juan y los apóstoles concordaron en una doctrina. Ambos bautizaron para el arrepentimiento, para la remisión de pecados y en el nombre de Cristo, de quien el arrepentimiento y la remisión de pecados proceden. Juan le designó como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, describiéndole así como la víctima aceptada del Padre, la propiciación de la justicia y el autor de la salvación. ¿Qué podían añadir los apóstoles a esta confesión? (Inst. de la Rel. Cris., tomo 3, pp. 332, 333.)

Por lo tanto, no quedamos en duda con respecto a que el bautismo precede a la Cena del Señor.

Se notará también que en la institución de la Cena no estuvieron presentes sino los doce apóstoles. Su madre no estaba allí; María, Marta y Lázaro no estuvieron presentes; los setenta no fueron admitidos; en verdad, no hubo otros participantes ni espectadores. No hubo un insensato sentimentalismo en esta observancia. Ni un argumento de los de la comunión abierta puede basarse sobre la institución de la Cena por Jesús.

Esta es la enseñanza de la gran comisión: »Por tanto id, enseñad a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y, he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del siglo». (Mat. 28:19, 20).

Me gusta considerar siempre los principios fundamentales y aprender lo que Cristo ha mandado, para saber cómo obedecer. Por esta ley somos obligados en primer lugar, a enseñar o predicar el evangelio; en segundo lugar, a bautizar a los que creen; y en tercer lugar, a instruir a los creyentes bautizados a guardar todas las cosas que Cristo ha mandado; y el orden en que se mencionan estos diferentes deberes es tan imperativo como los deberes mismos.

Este argumento es tan importante, y lo lógico del Dr. Hibbard, el escritor metodista, tan justo, que transcribo un párrafo de él: «El lector percibirá que el argumento está enteramente basado sobre el orden de la comisión apostólica. Alguien pudiera preguntar si el argumento es genuino, si amerita alguna importancia considerable. Supóngase que asumimos el lado opuesto, y decimos que los casos mandados es importante obedecer, pero que el orden observado en la comisión es indiferente. Ahora bien, ¿cuáles serán las consecuencias de esta posición? ¿Qué, sino una confusión total e irrecuperable? Los apóstoles van; tienen intenciones de hacer todo lo que Cristo les mandó, pero el orden les es indiferente. La consecuencia es que algunos son bautizados antes de ser convertidos del paganismo; algunos reciben la santa Cena antes de ser convertidos o bautizados, otros son instruidos antes de ser discípulos; y en todas partes prevalecen las prácticas más incoherentes e impropias. Personas ineptas son bautizadas, o el bautismo es impropiamente retardado; la Cena del Señor se les concede a los candidatos antes de ser debidamente preparados y es, por lo tanto, profanada, o es injustamente rehusada a los legítimos comunicantes. ¿No son por lo tanto, de suma importancia el orden prescrito en la administración de las ordenanzas, y los deberes de la comisión apostólica? Y entonces sostenemos que Cristo prescribió el orden tanto como los deberes mismos; y en este orden de Cristo, el bautismo precede a la participación de la Cena del Señor». [Hibbard sobre el Bautismo, parte 2, p. 177]

La costumbre de los apóstoles está de acuerdo con los mandamientos de Cristo. El orden divino está plenamente enunciado en Actos 2:41, 42.

Entonces los que recibieron con gusto su palabra fueron bautizados; y fueron añadidas a la iglesia aquel día como tres mil almas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, y en la comunión, y en el rompimiento del pan, y en las oraciones.

El orden es, enseñar, recibir la palabra con gusto, bautismo y la Cena del Señor. El siriaco, la traducción del Nuevo Testamento más antigua que existe así interpreta este pasaje.

Calvino dice: «Quisiera que se entendiese que el rompimiento del pan es la Cena del Señor». (Com. sobre Actos).

Blount, episcopal, dice: «Considero que ‘la comunión’ y el ‘rompimiento del pan’ están en íntima relación e indican que una participación colectiva de la Cena del Señor era otro lazo por el cual estos primeros cristianos se unieron a los apóstoles, el uno al otro, y a una unidad en Cristo». (Los Primeros Tres Siglos de la Iglesia Cristiana).

Baumgarten, presbiteriano, dice: «El tercer característico que es notado con respecto al bautismo es el rompimiento del pan. La comunión del Señor con sus discípulos puede ser muy propiamente el característico por el cual los discípulos, quienes después de su resurrección, no le habían reconocido, ni por su forma ni por sus palabras, le reconocieron inmediatamente por su rompimiento de pan con ellos. Este modo de comunión fue, por lo tanto, consagrado; y aparece como el propio medio de comunión de una comunidad que vivía junta como una familia». (Com. sobre los Actos de los Apóstoles).

Burkitt dice: «Otro oficio que conservaron incólume fue el rompimiento del pan, esto es la participación del sacramento».

Bengel dice: «La Cena del Señor está incluida en esta expresión». (Gnomon del Nuevo Testamento).

Cada ejemplo del bautismo en el Nuevo Testamento confirma esta teoría. El primer deber después del arrepentimiento y la fe era el bautismo. Tan pronto como los samaritanos creyeron las cosas predicadas por Felipe fueron bautizados, hombres y mujeres. (Actos 8: 12). El eunuco fue bautizado inmediatamente sobre una profesión de su fe. (Actos 8:36, 37). Tan pronto como las escamas cayeron de los ojos de Pablo fue bautizado. (Actos 9:18) y el carcelero de Filipos fue bautizado en la misma hora de la noche en que creyó. (Actos 16:33). En ninguno de estos casos hubo tiempo para celebrar la Cena del Señor entre una profesión de fe y el bautismo. Leo en Actos 20:7:

«Y el primer día de la semana, juntados los discípulos para romper el pan, Pablo les predicaba, habiendo de partir al día siguiente; y alargó su sermón hasta la inedia noche».

La versión siriaca y también casi todos los comentadores concuerdan en que este pasaje se refiere a la observancia de la Cena del Señor. Sabemos que nadie sino los discípulos estaba presente, porque el pasaje distintamente dice esto.

Gloag dice: «Esto es celebrar la Cena del Señor».

Pablo, escribiendo á la iglesia de Corinto dice:

«De manera que cuando os juntáis en uno, esto no es comer la Cena del Señor: Porque cada uno se anticipa al otro para comer su propia cena; y el uno tiene hambre, y el otro está embriagado. iQué! ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré en esto? No os alabo. Porque yo recibí del Señor lo que también os he entregado: Que el Señor Jesús la misma noche que fue entregado, tomó pan: Y habiendo dado gracias lo rompió, y dijo: Tomad, comed; este es mi cuerpo que por vosotros es rompido: haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo testamento en mi sangre: haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Porque todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga. De manera que cualquiera que comiere este pan, ó bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto examínese cada uno á sí mismo, y así coma de aquel pan, y beba de aquella copa». 1 Cor. 11:20-28.

Pablo distintamente dice que se dirige a la iglesia, verso 18, de Corinto. No hay ni una palabra para los que están fuera de la iglesia. En verdad, toda la epístola trata de los miembros desordenados de la iglesia de Corinto. Este pasaje prueba sin duda alguna que la Cena del Señor es una ordenanza de la iglesia.

En el capítulo 12:12, 13, Pablo dice que el bautismo precede a la Cena del Señor:

«Porque de la manera que es uno el cuerpo, y tiene muchos miembros, empero todos los miembros de este es un cuerpo, siendo muchos, son un mismo cuerpo, así también es Cristo. Porque por un mismo Espíritu somos todos bautizados en un mismo cuerpo, judíos ó griegos, siervos ó libres: y a todos se nos ha hecho beber un mismo Espíritu».

El argumento es claro. Todos han sido bautizados en un cuerpo, o en una iglesia; y se han sido «beber», o partícipes de la Cena del Señor en un mismo Espíritu. Bloomfield dice de este pasaje: «Esta es la interpretación adoptada por casi todos los comentadores, antiguos y modernos, que supone aquí una alusión a las dos ordenanzas».

Olshausen dice: la alusión en este pasaje al capítulo 10 y subsecuente, es inequívoca, de modo que podemos ver que epotistheemen (beber) se refiere a la comunión». (Com. tom. 4, p. 346).

Burkitt dice: «Por bautismo fuimos admitidos en la iglesia, y esta unión nuestra el uno hacia el otro es testificada y declarada por nuestra participación de la Cena del Señor, la cual es denominada aquí por un ‘beber’ en el Espíritu».

El Dr. Carlos Hodge dice: «Lutero, Calvino y Bezea supuieron que esta alusión era a la Cena del Señor».

Van Oosterzee, presbiteriano, dice: «Es digno de notar que el bautismo y la Cena son, a lo menos, una vez mencionados juntos, y con la misma importancia por el». (Teol. del N. T., p. 328).

Macknight dice: «Porque en verdad con los dones del mismo Espíritu todos hemos sido bautizados en un cuerpo, o en la iglesia, judíos o gentiles, siervos o libres, y todos igualmente tienen derecho a los privilegios de ese cuerpo, y reciben igual de ellos; y todos han bebido en un mismo Espíritu de fe y amor, por el cual el cuerpo es animado».

La prioridad del bautismo a la Cena del Señor es igualmente enseñada en 1 Cor. 10:1-3: «Mas no quiero, hermanos, que ignoréis, que nuestros Padres todos estuvieron debajo de la nube, y todos pasaron por la mar; Y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en la mar; Y todos comieron la misma vianda espiritual.

Olshausen dice: «Así en este pasaje la historia de Israel es típicamente concebida, como refiriéndose a los ritos sacramentales del bautismo y la Cena del Señor, que contienen, como vasos sagrados, todas las bendiciones de los evangelios; y así en este mismo pasaje, se apoya un argumento poderoso para estos dos sacramentos». (Com. tom. 4, p. 308).

Meyer dice: «De la manera que todos reciben la misma figura del bautismo (versos 1, 2) así también todos fueron hechos partícipes de uno y del mismo análogo de la ordenanza cristiana de la Cena, a fin de que cada uno por lo tanto, tuviese la misma certeza aparente de no ser rechazado por Dios».

El obispo Ellicott dice: «La vianda espiritual a que se refiere, apenas si es necesario decirlo, era la que tipificó una parte del otro sacramento».

Godet dice: «Como la santa Cena sirve para conservar en la salvación a todos los que han entrado en ella por la fe profesada en el bautismo, así los israelitas recibieron también, después de su inicial libramiento, los favores necesarios para su preservación. Estos beneficios, correspondiendo al pan y al vino de la Cena, fueron el maná recibido diariamente, y el agua que Dios sacó de la roca en dos casos de especial calamidad».

Alford dice: «Ellos tenían lo que correspondió a un sacramento cristiano, bautismo; ahora el apóstol muestra que no están sin una simbólica correspondencia al otro, la Cena del Señor».

El Dr. Hodge dice: «Como el libramiento milagroso, y la milagrosa guía de los israelitas fue su bautismo, así su alimentación milagrosa fue la Cena del Señor».

Stanley dice: »Esta es la expresión natural de la promesa voluntaria incluida en el bautismo cristiano. La comida y la bebida son paralelos a la Cena del Señor».

En este punto las autoridades son exclusivas.

De estas consideraciones, creemos que los argumentos, en favor del bautismo como un previo requisito para la Cena del Señor, son más conclusivos. Cuando es admitida esta proposición, nuestro argumento es incontestable.

Pero podemos ir más allá de este argumento. Estamos obligados no solamente a obedecer las ordenanzas del evangelio, sino a obedecerlas en el mismo orden divino. Las Escrituras son inequívocas en este asunto. Notad las instrucciones a las iglesias.

Pablo escribe a la iglesia de Corinto:

Por tanto os ruego que seáis imitadores de mí. Por lo cual os envié a Timoteo, que es mi hijo amado, y fiel en el Señor, el cual os recordará de mis caminos, cuales sean en Cristo, como yo enseño en todas partes, en todas las iglesias. (1 Cor. 4:16, 17).

Sed imitadores de mí, como yo también lo soy de Cristo. Aláboos pues, hermanos, que en todo os acordáis de mí; y retenéis los preceptos, de la manera que os los entregue, (1 Cor. 11:1, 2).

Porque yo recibí del Señor lo que también os he entregado: Que el Señor Jesús la misma noche que fue entregado, tomó pan: (1 Cor. 11:23).

A la iglesia de Filipos:

Hermanos, sed juntamente imitadores de mí, y mirad los que anduvieren así, como nos teneis a nosotros por dechado; y esta exhortación: Vamos por la misma regla y sintamos una misma cosa. (Fil. 3:16, 17).

A la iglesia en Colosa:

Porque aunque este ausente en el cuerpo, en el espíritu sin embargo estoy presente con vosotros, gozándome y mirando vuestro buen orden, y la firmeza de vuestra fe en Cristo. (Col. 2:5, 8).

A la iglesia de Tesalónica:

Así que, hermanos, estad firmes, y retened las tradiciones que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra. (2 Tes. 2: 15).

El Señor enderece vuestros corazones en el amor de Dios, y en la paciencia de Cristo. (2 Tes. 3:5).

Ningún comento sobre estos pasajes es necesario. No tenemos el derecho de variar o cambiar los mandamientos de Dios. Nos dio el orden divino y debemos obedecerle en ese orden.

EL ATALAYA BAUTISTA

Publicado originalmente en 1910

 

 

4 comentarios sobre “La Santa Cena del Señor: la posición bautista declarada y defendida por las Escrituras”

  1. Apreciados hermanos ¿Cómo interpretan el mandato de Jesús en Mateo 26:27¿Cómo debe interpretan las palabras de Jesús: «Bebed de ella todos?» ¿No estamos forzando las Escrituras al añadir: «todos los bautizados?» O más bien debería entenderse. «Todos los que están en comunión»?
    Además, lastimosamente he visto que si un hermano se separa de una Iglesia y quiere abrir otra, sin rendir cuentas a nadie, simplemente pone un letrero «Bautista» Sin siquiera saber lo que creen los bautistas. ¿Hay alguna manera de controlar esta situación? Son preguntas muy sinceras Gracias

  2. Cuan buenos y acertados son estos documentos, como pastor de una pequeña iglesia Bautista agradezco profundamente a Dios por cada estudio o documento que me ayuda a estar mas firme en la doctrina que predicamos. ya que cada dia son mas las personas que conocemos, que nos visitan o desean ser parte de nuestra iglesia, pero que no tienen para nada claro que es lo que creen en cuanto a muchas doctrinas o ni siquiera conocen nuestros artículos de fe.
    Muchas gracias.

  3. no creo que todos los discípulos estaban bautizados, pongo de ejemplo a a Mateo un cobrador de impuestos hasta incluso estaba sentado en las puertas de la ciudad cunado fue llamado x el Señor y el también participo de la cena del Señor, y tenemos también a Juan el discípulo amado era un celote y todos saben a que se dedicaban esas personas, y esta demás decir q si estaba en la cena del Señor, así q creo q solo con tener un buen testimonio y por supuesto haber profesado a Cristo como único salvador en nuestro corazón, es decir haber aceptado a Cristo, ya con eso podemos tomar la Santa Cena, o nos olvidamos cuando los judíos querían q para ser llamados un seguidor de Cristo, q en ese tiempo todavía no eramos llamados cristianos, teníamos que ser circuncidado, y Pedro dijo: Hch_15:29 que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien….. Por lo tanto 1) no creo que todos los discípulos estaban bautizados. 2) como no es imprescindible para ser salvo el bautismo, mucho menos debe ser imprescindible tomar la Santa Sena del Señor, que su nombre lo dice: «del Señor», no de un hombre que Dios los continué bendiciendo.

  4. Muy estimados, no estoy muy de acuerdo a la interpretación que se apoya con más fuerza en opiniones humanas que escriturales respecto a que el reemplazante de Judas en el ministerio apóstolico, haya tenido que ser discípulo de Juan el Bautista.
    Primero, El Señor no tenía que bautizarce en las aguas porque Él es El Señor,no tenía que arrepentirse de ningún pecado o renunciar a algo, como nosotros al tomar esta decisión; El Señor estaba asumiendo su obra como el sumo sacerdote ante Dios Padre y tenemos como señal, que después del lavamiento por el agua, El Espíritu Santo viene sobre Él (comparar con investidura de Aaron, en Ex. 29, primero lavamiento con agua, luego investidura, y ungimiento con aceite, símbolo del Espíritu Santo)
    El libro de los Hechos, relata más de una vez, casos de conversión al evangelio con bautismo del Espíritu Santo, y luego el bautismo en las aguas, lo que debilita en parte este tema doctrinal. Hoy celebramos la cena del Señor, con toda la solemnidad que corresponde, y ví con tristeza como dos nuevos miembros de la Iglesia del Señor eren impedidas por un asunto doctrinal a participar de la comunión con sus hermanos, y siendo una congregación bautista, no hemos tenido bautismos por más de tres años. Si decimos que nuestro deseo y anhelo es sujetarnos a la ordenanza del Señor, creo necesario corregirnos y sacudirnos de dogmas humanos otradiciones, porque invalidan el mandamiento del Señor. Dios les bendiga con su eterno amor y gracia.

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