El fundamentalismo bíblico y la obra social

Una crítica frecuente contra el fundamentalismo bíblico es su supuesta indiferencia a los problemas sociales que agobian a la humanidad. En algunos sectores religiosos se le da una exagerada importancia a la acción social, como si fuera un sacramento. En el fundamentalismo la obra social es visto como un medio, no un fin. Se justifica una obra social con fondos misioneros mayormente si en definitiva resulta en la salvación de almas.

En su búsqueda por deslegitimar el fundamentalismo bíblico, es común que otros estereotipen a los fundamentalistas como que no se preocupan por las necesidades sociales de la sociedad. Presentamos el siguiente ejemplo:

Pero lo que es casi totalmente ininteligible para los grupos naturalistas e idealistas, cargados como están por un nuevo orden mundial, es la aparente falta de pasión social en el fundamentalismo protestante. En esta evaluación, el fundamentalismo es el sacerdote y levita moderno, pasando por alto a la humanidad sufriente. (Henry, Carl F. The Uneasy Conscience of Modern Fundamentalism. Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1947, p. 17)

Al escribir el presente artículo, me encontré con la descripción de una organización religiosa, la cual obviamente se enfoca en la obra social:

Proyectos tan diversos como un programa de salud preventiva en Bolivia, un proyecto de desarrollo comunal rural en Brasil, un programa de autodesarrollo para los indios Mapuches en Chile, la apertura de 10 pozos de agua en la República Dominicana, el reasentamiento de familias en Guatemala, programas de nutrición, inmunización, reforestación y planificación familiar en Haití, y un programa de alfabetización en el Perú. (Diccionario de la Historia de la Iglesia. Wilton M. Nelson, editor general. Colombia: Editorial Caribe, 1989, p. 1062)

Hay obras humanitarias muy bellas, tal como se acaba de describir, que traen alivio temporal a personas atrapadas en la miseria. Me agrada oír de organizaciones humanitarias que se enfocan en el bienestar de la humanidad. Sin embargo, la pregunta que debe plantear el creyente y los misioneros es si dichas obras sociales, por tan bellas y necesarias que sean, cumplen con el mandato de la gran comisión, “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura … bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mar. 16:15; Mat. 28:19-20).

El servicio al prójimo tiene su lugar según el Señor disponga, pero no es en sí evangelización. Pero el que desea mantener el equilibrio buscará la forma de incorporar la evangelización en el servicio a los demás. El problema no es el servicio social, sino cuando reemplaza, o es considerado más importante que el evangelismo, o cuando resulta en muy poco fruto (aun a largo plazo) comparado al evangelismo directo.

La Biblia no enseña insensibilidad a la difícil situación de quienes nos rodean. Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Santiago 2:15-16 No debemos ser como el sacerdote o el levita que pasa por alto al samaritano necesitado en su camino, cuando estamos en condiciones de poder ayudarle. 1 Juan 3:17 nos insta a no olvidarnos de los necesitados: Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Es cierto que no se puede llenar una pansa vacía con un «Dios te bendiga». Dios puede ablandar al corazón mediante una expresión de amor, tal como ofrecer pan al hambriento. En esa condición de gratitud, estará más dispuesto a escuchar, y posiblemente aceptar el pan del cielo. Por tanto, el fundamentalista típico valora e implementa alguna forma de ayuda social en su ministerio evangelizador, dependiendo de su localidad, la necesidad, su presupuesto y la naturaleza de su ministerio.

Los modernistas, casi todos siendo posmilenialistas, creen que el servicio religioso, social y político introducirá el paraíso o el milenio sobre la tierra. El enfoque desmedido en la obra social en medios religiosos es llamado el «evangelio social» lo cual en nuestros días se incorpora comúnmente a la llamada «justicia social». A los modernistas les encanta el evangelio social en el cual está notablemente ausente el mensaje del plan de salvación. La actividad humanista ayuda a calmar su conciencia en la ausencia de una relación personal con Dios. En el siglo XX el evangelio social se distorsionó aun más mediante la llamada teología de la liberación, la cual surgió hacia fines de los sesenta. Dicha teología aboga por cambios socio-políticos que favorecen a los marginados mediante principios marxistas en el peor de los casos, todo expresado en lenguaje religioso.

Mucha de la literatura sobre el tema escrito por los que rechazan el fundamentalismo sienten que los fundamentalistas son motivados en su pasión por las almas exclusivamente por perspectivas escatológicas. Aunque el recordatorio de que “¡Cristo viene pronto!” añade a la motivación, el factor motivador más grande del fundamentalista es que cree en un infierno real que solo se evita mediante aceptar a Cristo como su único y suficiente Salvador.

Los evangélicos (en contraste con los fundamentalistas) a veces hacen un esfuerzo de evangelizar en medio de sus obras sociales. Pero mucho de sus esfuerzos son interdenominacionales o aún ecuménicas, y por tanto esto afecta cuanto se permite y lo que pueda favorecer cierta denominación sobre otra. Entre los neo evangélicos, hay casos de grandes organizaciones humanitarias con presupuestos millonarios con muchos empleados. Algunos reciben sumas grandes de corporaciones seculares o incluso del gobierno. Debido a esto, los ministerios evangélicos sin duda se sienten presionados a minimizar el aspecto espiritual, para que sus donantes seculares no los perciban como proselitistas religiosos. Por estos motivos, aun si los líderes neo evangélicos tuvieren un deseo de evangelizar a los que reciben ayuda a través de su organización, hay factores que podrían limitar ese celo.

Para el fundamentalista, mantener un equilibrio entre lo espiritual y lo social puede llegar a ser delicado. De un lado, el impacto más grande sobre la sociedad es la obra evangelista, ambos en campañas y en trabajo individual. O sea, para el fundamentalista, ganar almas es más importante que bajar los niveles de pobreza, proveer servicios médicos, etc. El fundamentalista está muy consciente de que una persona inconversa bien alimentada al morir irá al infierno sin Cristo. Aun así, aunque el fundamentalista reconoce lo que es prioritario, no significa que no hay interés alguno en contribuir al alivio de los males sociales. He sido miembro de iglesias donde se almacenaban alimentos no perecederos, mayormente mediante donativos de los mismos miembros, para poder distribuir a los necesitados, por ejemplo. No está fuera de lo común que iglesias fundamentalistas en los lugares más pobres tengan ministerios para ayudar a los más necesitados con ciertas necesidades físicas. He oído de muchos casos en Venezuela, por ejemplo, de iglesias que ofrecen algún alimento, especialmente para los niños y ancianos, antes o después del culto los domingos. Mi esposa fue misionera en Alaska, en un pueblo pequeño aislado de indígenas, donde no había acceso excepto por avión o por canoa en el verano. Se les había testificado a todos los habitantes en algún momento dado, y varios en múltiples ocasiones. Preparaba pan casero para llevar a los ancianos en una moto de nieve. El misionero piloto con cuya familia vivió, al tener la única avioneta en el pueblo, en muchas ocasiones hizo vuelos de evacuación durante emergencias médicas. Pero estos ejemplos de obras sociales no era la única parte de su ministerio. El piloto misionero pastoreaba una iglesia que estableció; mi esposa enseñaba en una escuela cristiana y tuvo un programa cristiano en la radio local en la cual ponía música cristiana y leía porciones de las Escrituras. Varias iglesias donde he servido a través de los años dedican las ofrendas del culto entre semana para necesidades imprevistas de otros (incluyendo miembros) que no benefician a la iglesia directamente. ¡No permita que se diga que al fundamentalista no le importa la necesidad física de la gente!

Dios ha equipada a diferentes iglesias con personas de diversos talentos y dones espirituales, y no se puede esperar que todos tengan los mismos programas. El fundamentalista a veces se siente tirado en ambas direcciones. De un lado hay las necesidades espirituales, del otro las necesidades físicas. No siempre hay acuerdo en cuanto al balanceo de amabas necesidades sin excederse o quedar corto por un lado.

Hay casos en los cuales se podría hacer algo más extenso en el aspecto social en conjunto con la evangelización, pero en la obra misionera fundamentalista se opera típicamente con un presupuesto muy modesto. Generalmente los adinerados y los comerciantes exitosos no son atraídos a las iglesias fundamentales, por tanto, la obra misionera es sostenida en gran parte por gente sencilla que dan sus ofrendas con mucho sacrificio. Tomando en cuenta los recursos limitados comparado a los religiosos liberales, los fundamentalistas no deben sentirse como que han fracasado en el área del servicio social. Los fundamentalistas le dan prioridad al evangelismo en el proceso de servir a otros, y es solo por eso que reciben críticas injustas de supuestamente despreocuparse de la miseria de otros a su alrededor.

Hay algunos fundamentalistas, aunque no muchos, que parecen tener la idea de que cualquier obra social en esfuerzos de “preparar el terreno” en el campo misionero sería una pérdida de tiempo y dinero. En mi opinión, el esfuerzo y dinero invertido en “ablandar el terreno” es más justificable en algunas situaciones que en otras. Algunas culturas son muy sospechosas de extranjeros y enseñanzas ajenas, y toma tiempo para ganar su confianza. En biografías misioneras hay numerosos relatos en la cual la paciencia y demostraciones de amor con tiempo derritió corazones duros y resultó en la aceptación del mensaje de salvación. A la vez, libros de evangelismo personal y experiencias propias de este escritor y sin duda de lectores cuentan de innumerables casos en que personas aceptaron a Cristo al testificarles en el primer encuentro sin ningún esfuerzo por “ablandar el terreno”.

En el fundamentalismo hay una cantidad enorme de misioneros que se rinden al sentir la llamada misionera, la cual típicamente involucra establecimiento de iglesias en la práctica fundamentalista. Prácticamente todas las iglesias tienen más misioneros llamando ofreciendo a presentar su obra en la iglesia que los que la iglesia puede apoyar. De vez en cuando oigo de iglesias que han logrado dar entre 25 al 50 por ciento de sus ingresos anuales a la obra misionera, lo cual es admirable. Muchos misioneros fundamentalistas en los países más pobres hacen alguna obra social en conjunto con la evangelización y el establecimiento de iglesias. Personalmente he estado involucrado en ministerios de iglesias locales que incluyen un elemento de obra social, he visitado a misioneros fundamentalistas con obras sociales (en dos casos con hogares de niños), y he visto una gran cantidad de presentaciones con videos e imágenes del aspecto social de algún ministerio evangelizador que traen lágrimas a los ojos. Un querido misionero dentista con quien conviví por un tiempo cuando fui soltero murió en un viaje a la selva en Bolivia donde hacía una obra social para entonces tener oportunidad de evangelizar a indígenas que de otro modo se mantenían ocultos en la selva. Si sobraría dinero después de apoyar a todos los misioneros fundamentalistas que merecen apoyo, se podría hacer más de lo que se está haciendo actualmente en el área social. Dado que siempre habrán misioneros que necesitan apoyo, se debe reconocer que el aspecto evangelizador de la gran comisión debe tener prioridad sobre lo terrenal. Tomando en cuenta que es imposible ayudar a todos los necesitados, hay cierta lógica en enfocarse más en las necesidades sociales de los que buscan a Dios. Cristo reconoció que, “Siempre tendréis a los pobres con vosotros” (Mar. 14:7).

En el ambiente fundamentalista, muchas organizaciones son pequeñas, y en la mayoría de los casos son iglesias locales individuales o familias misioneras. Aunque esto tiene algunas desventajas, a la vez los fundamentalistas tienen una presencia en miles de puntos alrededor del mundo, y pueden personalizar la obra a las necesidades particulares de su propio pueblo. La mayoría de los fundamentalistas dependen del sostén de iglesias afines y creyentes individuales, por tanto pueden orientar a la gente que ayudan hacia una iglesia de sana doctrina sin repercusiones de parte de sus donantes.

El fundamentalista interpreta Mar. 8:36 como si dijera “¿qué aprovechará el hombre si se librare de la pobreza, pero perdiere su alma?” Dicha interpretación sigue la lógica de la pregunta retórica, y no contradice el contexto.

El pobre que recibe el evangelio y es discipulado y tiene una iglesia local para apoyarle, posee un arma poderosa con que combatir la pobreza. En algunos casos la pobreza es causado o empeorado por el alcoholismo o algún vicio. El que acepta a Cristo, y especialmente el que posteriormente es discipulado y se integra a una iglesia bíblica que le anima, tiene la fuerza más poderosa para vencer las tentaciones de los vicios. En muchas ocasiones he visto casos donde los miembros de una iglesia ayudan a conseguir un trabajo al que más lo necesita. Durante mi niñez y juventud en Argentina tengo muchos recuerdos de familias en nuestra iglesia en un barrio pobre (por muchos años sobre calle de tierra) que ayudamos cuando se quedaron sin trabajo y necesitaban ayuda con alimentos. Muchas veces yo fui enviado a hacer las compras, por tanto, pude observar cuánto estuvimos involucrado en ayudar al necesitado. Mi esposa cuando era misionera soltera por un tiempo sirvió en un ministerio en Ecuador que alojaba y enseñaba a sordos mudos. Al aprender señas, ella se convirtió en una maestra de los niños sordos, que de otro modo, sin educación prácticamente son convertidos en esclavos. La gran mayoría de los niños encontraban a Cristo durante su educación en este ministerio.

Se cuenta la historia con frecuencia de Jorge Muller, quien tuvo un orfanatorio en Inglaterra en el siglo XIX. Era conocido como un hombre de gran fe. Muchos no saben que él tenía una perspectiva separatista. Observe la siguiente aseveración de su parte:

A menudo se dice, por el bien de la paz y la unidad, que no debemos ser muy estrictos en cuanto a ciertas partes de la verdad; mantenerlos alejados y tratarlos como asuntos sin importancia. Humildemente declaro que difiero completamente de este punto de vista; porque no veo que tal unidad sea de carácter real, duradero o bíblico. No estamos en libertad de estimar a la ligera, menospreciar, mantener en un segundo plano -mucho menos renunciar- a la verdad, ni siquiera en aras de la unidad. (The Gospel Message. Vol. XXVII June 1918, p. 1)

  1. T. Pierson dedicó un capítulo entero en su entrada en el primer volumen de Los Fundamentos para destacar la vida de fe de Jorge Muller. Pierson había llegado a ser un premilenialista mediante la influencia de Jorge Muller:

Él [Pierson] se convirtió en un premilenialista en 1878 debido a la influencia de George Muller, el ministro de Bristol y director de orfanatorios que había pasado su carrera ministerial temprana entre los Hermanos Plymouth [conocido en algunas regiones como Hermanos Libres​ o Asambleas de Hermanos]. (Sandeen, Ernest Robert. The Roots of fundamentalism. Chicago, IL: University of Chicago Press, 1970, p. 143)

Cristo es nuestro ejemplo supremo. Es cierto que sanó a enfermos y alimentó a millares. Pero también preguntó “¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Mar. 8:36). Además, nos dejó la gran comisión. Sigamos su ejemplo y su mandato.

Se debe buscar la forma de traer alivio a las penurias de la vida a las almas a las cuales servimos, pero la pregunta de nuestro ejemplo supremo y su mandato divino debe recordarnos que lo espiritual es de un valor infinitamente más grande que lo terrenal. La misión principal de la iglesia no es reformar al mundo, sino cumplir la gran comisión. La participación social es secundaria, y a veces incidental. Se debe entender que el humanitarismo en sí no es cristianismo. Aunque el cristiano debe preocuparse por ayudar a otros en aspectos sociales y humanitarios, lo espiritual es de valor eterno, mientras que lo demás es temporal.

Pedro Wagner, quien hace muchos años fue un misionero conservador evangélico en Bolivia, formuló una serie de preguntas que se debe preguntar acerca de la diferencia entre el evangelismo personal y la acción social, que reproducimos a continuación:

  1. ¿Qué relevancia tiene la gran comisión del Señor para la actualidad? Vivimos en una época de muchas buenas obras cristianas, las cuales son consideradas por algunos como más importante que el «hacer discípulos de todas las naciones». ¿Es cierto que en nuestra época científica el hombre secular ha llegado a ser «mayor de edad», y que por tanto ya no le interesa el evangelio? ¿Significa perder el tiempo si la iglesia sigue tratando de cumplir la gran comisión?
  2. ¿Cómo se relaciona la acción social con el evangelismo? En un continente en el proceso de desarrollo, el progreso económico y la justicia social son temas palpables y de primera prioridad. Sensiblemente poco han dicho los evangélicos acerca de la posición que les otorga la teología cristiana, ni del papel que deben jugar en el aspecto global del evangelismo.
  3. ¿Es la acción social un sacramento? El sector liberal da exagerada importancia a la acción social, según el criterio de algunos. Varios de ellos sostienen la tesis de que la acción social tiene carácter sacramental. ¿Será posible?
  4. La acción social: ¿debe ser un medio o un fin? Ciertos escritores opinan que la acción social solamente tiene valor cuando es un eficaz método de ganar más almas. Otros dicen que es para aliviar el sufrimiento humano, y nada más. Los evangélicos no han definido bien su punto de vista. …
  5. ¿Cómo se mide los resultados de la evangelización? ¿Tienen los números alguna importancia en cuanto a la evangelización? Los que sostienen la teoría del crecimiento de la iglesia de McGavran dicen que sí. Pero otros creen que es carnal llevar estadísticas como medidas del éxito de una obra espiritual. Dicen, «solo Dios sabe los resultados». ¿Será esta una cortina de humo?
  6. ¿Es la presencia cristiana una forma legítima de evangelización? Algunos no desean proclamar el evangelio en forma directa con palabras, por temor de ofender al prójimo. Prefieren evangelizar simplemente con sus vidas sin que diga nada de Cristo con la boca. ¿Será una forma eficaz de evangelización?
  7. ¡Ha pasado la moda de la «conversión individual?» Ciertos teológicos califican el deseo de ganar a individuos para Cristo como una herejía. Piensan, más bien, que la preocupación cristiana debe ser el cambiar las estructuras de la sociedad. ¿Cambiará el hombre por previos cambios sociales? O ¿Cambiará la sociedad cuando los ciudadanos se hayan cambiado por el evangelio?
  8. ¿Es posible distinguir entre «proselitismo» y «evangelismo»? En otras palabras, ¿Debemos seguir predicando que los católicos se rindan a Cristo y luego se bauticen y sean miembros de nuestras iglesias evangélicas?
  9. ¿Se aplica la redención de Cristo en escala cósmica? ¿Son todos los hombres salvos? ¿Existe un castigo eterno en el infierno? Algunos de los liberales lo están dudando.
  10. ¿Debe dejar de existir la iglesia como institución? Aunque parece increíble, hay protestantes en América Latina que están convencidos de que la iglesia debe desaparecer totalmente como un grano de trigo. Esperan que Dios resucitará algo mejor en el futuro.

(Wagner, Pedro. «El significado teológico de CLADE» Puerto Rico Evangélico. Noviembre 1969, págs. 6-7)

De todo lo que he leído sobre el tema, creo que el siguiente párrafo es el más conciso y el mejor pensado:

Bajo ninguna circunstancia debe de existir en la mente del pastor o la iglesia misma, ni siquiera inconscientemente, la idea de que, por mucha obra social que hagamos, y por más grandes que sean los informes correctos de dicha obra que podamos hacer, tales cosas sirvan como substituto de la obra más importante de la iglesia, a saber, la evangelización y la salvación de las almas. Mucho movimiento puede haber, mucho bien hecho, aun en el nombre de Cristo y con Su espíritu; pero la obra de «servir a las mesas» aunque estén cargadas con viandas para los pobres, no puede disculparnos si no les hemos dados el «pan de vida» e insistido en la importancia suprema de la salvación personal por fe en Cristo Jesús. Parecería innecesaria esta advertencia si no fuera tan fácil engañarnos a nosotros mismos, creyendo que el mucho bien hecho a los demás es un substituto satisfactorio del supremo bien que debemos hacerles. (Wesley, Arturo F. «La obra social: sus beneficios y peligros» El Predicador Evangélico. Jul-Set. 1944, pág. 10)

Ciertamente puede haber un elemento vigoroso de servicio humanitario en el ministerio, pero tales esfuerzos y aspiraciones deben subordinarse a la tarea más importante de la evangelización. Se debe tener precaución para no revertir estas prioridades.

El fundamentalista bíblico cree que la obra espiritual tiene prioridad sobre lo social y humanitario. No significa que no creen en la obra humanitaria, pero debido a las consecuencias eternas, lo espiritual tiene prioridad. La forma de pensar del fundamentalista es que, si se lograría librar a alguien de la pobreza mediante una obra humanitaria, si la persona beneficiada al morir acaba en el infierno, el valor del esfuerzo fue muy limitado a la luz de la eternidad. Pero al inverso, si una persona acepta a Cristo mediante un esfuerzo evangelístico, aun si tal persona no supera la pobreza terrenal, ¡tiene un tesoro incomprobable en la salvación de su alma, y le espera una herencia gloriosa en los cielos!

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