Esta ha hecho lo que podía: La mujer que derramó su perfume sobre Jesús

Marcos 14:1-9

Mientras los principales sacerdotes y los escribas intentaban tomar a Jesús con su astucia para entregarle a la muerte, hubo una mujer amorosa que buscaba la oportunidad de honrarlo derramando un precioso perfume sobre su cabeza. En la casa de Simón, el leproso, encontró esta oportunidad, e hizo lo que pudo, y lo hizo en un momento y de una manera que muestra su profunda percepción del carácter y los propósitos de su Señor. Quizás este gran trabajo es el resultado de que ella se sentó a sus pies y aprendió de él (Lucas 10:39). Todo testimonio poderoso de Dios tiene su origen en la comunión secreta.

I. La buena obra

“Buena obra me ha hecho” (Mar. 14:6).

1. Una obra de amor. El derramamiento del perfume sobre la cabeza de Jesús fue una expresión del afecto de su corazón derramado sobre él. ¿Cuál es el valor de nuestro servicio si nuestros corazones no están en lo que hacemos? El primer mandamiento es: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mat. 22:37).

2. Una obra de sacrificio. “De mucho precio” (Mar. 14:3). “Podía haberse vendido por más de trescientos denarios” (Mar. 14:5). Si se toma en cuenta que el valor de un obrero era de un denario por día (Mat. 20:2), equivalía aproximadamente a un año de trabajo. Ella no le dio a Cristo lo que no le costó nada. Realmente no hemos hecho lo que pudiéramos haber hecho por él si nuestro servicio no nos ha costado mucho. Solo unos momentos libres y unas monedas de sobra son expresiones de un alma despiadada e ingrata.

3. Una obra de fe. “Ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura” (Mar. 14:8). ¿Cómo sabía ella que él estaba tan cerca de su muerte y su entierro? Sin duda, ella había creído que el Hijo del Hombre no había venido para ser atendido sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. Que el Señor por su Espíritu obre en nosotros esta fe que refleja a Cristo. “Te mostraré mi fe por mis obras” (San. 2:18).

4. Un obra en el tiempo indicado. Jesús dijo: “A mí no siempre me tendréis” (Mar. 14:7). Ella aprovechó la oportunidad que se presentó. Ella estará eternamente complacida por la oportunidad que logró aprovechar. Puedes honrar a Cristo ahora sirviéndole, pero el breve día de privilegios pronto pasará. “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar” (Jn. 9:4) ¡Qué triste sería encontrarse con el Señor sin haber hecho un solo sacrificio para la gloria de su nombre! ¿Qué de usted? ¿Qué de mí?

II. Los resultados diversos

1. La indignación de algunos. “Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume?” (Mar. 14:4). Este es el lenguaje de la codicia ciega y el interés propio. A los ojos de tales se desperdicia todo lo que se da a Cristo y a su causa, solo lo que se les da a sí mismos se le da un uso adecuado. Hay los pequeños dudosos que consideran que esperar en Dios es solo una pérdida de tiempo.

2. La aprobación de Cristo. “Esta ha hecho lo que podía” (Mar. 14:8).

(A). Aceptó la ofrenda. “Pero Jesús dijo: Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho” (Mar. 14:6). Lo que es hecho por él, es aceptable para él.

(B). Justificó al ofrendante. “Pero Jesús dijo: Dejadla” (Mar. 14:6). “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica” (Rom. 8:33). El Señor es nuestra defensa en el tiempo de angustia. Él tiene cuidado de nosotros (1 Ped. 5:7).

(C). Él premia el buen trabajo. “De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella” (Mar. 14:9). La fragancia de ese acto de sacrificio se ha sentido a lo largo de los siglos. Todo lo que se haga por Cristo con tal espíritu tendrá una influencia duradera. Palestina se llama “tierra bendita y divina” solamente por su conexión con el que glorifica todo lo que está asociado con él. En unión con él, hay salvación para el pecador, santificación para los salvos y recompensa eterna para el siervo que se sacrifica por él.

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