Lealtad a la Palabra de Dios, un distintivo de los bautistas

Todo debe tener un fundamento. Una casa debe tener fundamento, el carácter de una persona, una religión–su base, algo sobre que pueda descansar. Su fuerza, su valor real, la verdad de alguna cosa dependerá últimamente de su fundamento. Cuando la tormenta venga, si el fundamento está sobre la roca, el edificio permanecerá; si sobre arena, caerá. Sucede lo mismo con la religión. Cuando la prueba venga, debe estar sobre un fundamento sólido, o tendrá que caer.

Hay dos fuerzas morales en el universo —Dios y el hombre, Dios en el cielo, y el hombre en la tierra. ¿Hay alguna comunicación entre ellos? Sí. La Biblia es el libro de Dios. Es la revelación de su carácter a los hombres, de su voluntad y la explicación de sus propósitos que tiene para con su pueblo. La palabra Biblia significa el libro. Es el libro de los libros. Contiene sesenta y seis libros diferentes–treinta y nueve en el Antiguo Testamento y veintisiete en el Nuevo. Estos sesenta y seis libros fueron escritos por cincuenta hombres en un período de quince siglos. No es solamente un libro de libros. Es el LIBRO DE LIBROS. Es, digo, el Libro de Dios. Los escritores fueron inspirados por Dios. No fueron sus plumas, sino los escritores. No escribieron mecánicamente lo que les dictó. Conservaron su individualidad. Pero él guió sus pensamientos y los preservó del error. «Porque la profecía no fué en los tiempos pasados traída por voluntad humana, sino los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados del Espíritu Santo». (2 Ped. 1:21); «Toda escritura es inspirada divinamente y es útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir en justicia; para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruido para toda buena obra». (2 Tim. 3:16, 17). La Biblia, pues, es el fundamento, la base de los Bautistas, la fuente de donde proceden y la roca sobre la cual descansan sus principios.

Por la Biblia permanecen firmes o desaparecen. A ella apelan como el árbitro final de toda disputa. Su principio fundamental es, pues, lealtad a la Palabra de Dios. A ella deben su suprema lealtad—no al Papa, u Obispo, o Sacerdote, o Concilio o a cualquiera autoridad eclesiástica; no a cualquier credo o disciplina o confesión de fe. Los Bautistas tienen un credo. La palabra credo viene del latín credo, que significa creo.

Todo aquel que crea una cosa tiene un credo, ya sea escrito o no. Un credo, entonces, es la simple expresión de lo que una persona cree. Una confesión de fe es lo que un pueblo confiesa creer que la Biblia enseña. Si los credos y las confesiones son verdaderas, los Bautistas las aceptan.

Cada iglesia bautista tiene una confesión de fe, o artículos de fe. Pero estos no son autoritativos. No son obligatorios. La apelación final no es a ellos sino a la Biblia. Estas confesiones de fe o artículos de fe están sujetas a la Biblia para su aprobación o rechazamiento. En efecto, tan poca importancia se les atribuye que muchos miembros de las iglesias bautistas ignoran que su iglesia tiene una confesión de fe, y se sorprenderían al saberlo. En toda disputa acerca de doctrinas los Bautistas siempre acuden no a la confesión de fe, sino a la Biblia.

«La Biblia, la Biblia sola, la religión de los protestantes», fue el famoso dicho de Chillingsworth. Así podemos decir, «La Biblia, la Biblia sola, la religión de los Bautistas». Ella es la regla, el guía, el árbitro, la piedra de toque de su fe y práctica. ¿Pero, acaso, no cada denominación cristiana, tanto católica como protestante se propone tener la Biblia como el fundamento de su fe? Bien, sí. Pero hay una diferencia muy importante entre su posición y la de los Bautistas. El más grande contraste existe entre los Bautistas y los católicos. Los católicos afirman que cuando la cabeza de su denominación, el papa, habla ex-catedra (desde su silla), esto es, oficialmente, es infalible, lo cual quiere decir, que lo que dice tiene igual autoridad con lo que los escritores inspirados de la Biblia escribieron. Dicen también que la tradición, las enseñanzas que el pueblo ha recibido por trasmisión de padre a hijo hasta nuestros días —es de igual autoridad que la Biblia, o que al menos deben servir de guía.

Los Bautistas vigorosamente niegan ambas aserciones. Insisten que desde la muerte de Juan, el discípulo amado, que fue el último escritor del Nuevo Testamento que murió, ninguno más ha sido inspirado por Dios para escribir sobre religión o para guiar a la humanidad; sostienen que la Biblia es un guía completo y perfecto en materia religiosa, y que no necesita añadirle ni quitarle. En efecto, Juan mismo dice en el último capítulo del último libro de la Biblia: «Porque yo protesto a cualquiera que oye las palabras de la profecía de este libro: si alguno añadiere a estas cosas, Dios pondrá sobre él las plagas  que están escritas en este libro; y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad, y de las cosas que están escritas en este libro» (Rev. 22:18, 19).

Los Bautistas insisten, además, en que la tradición es muy indigna de confianza, que cualquier dicho, aun si fuera cierto, está propenso a desvirtuarse y a torcerse a medida que pasa de generación en generación, y que entre más distante está del original, más propenso está a desvirtuarse y más difícil de conservarse correcto, y por consiguiente, menos autoritativo y menos digno de confianza es a consecuencia de su edad.

Los Católicos afirman, igualmente, que el individuo no tiene el derecho de interpretar las Escrituras por sí mismo; que la verdadera interpretación puede ser dada únicamente por el Papa, y que llega a los individuos por medio de los cardenales, arzobispos, obispos y sacerdotes, que debe recibirse como se  imparte, y no como el individuo pueda entenderla. Cuando Martín Lutero principió el ataque sobre el catolicismo, que dió por resultado la Reformación, al pueblo no se le permitía leer la Biblia. Estaba escrita en latín, idioma que muy pocos podían leer. Sólo una pocas copias fueron impresas, y éstas fueron atadas a un poste en la iglesia para que todos las vieran, pero no para que fueran leídas por el pueblo. Lutero la tradujo al alemán, el idioma vulgar de su país, y sacó numerosas copias y las puso en manos de cuantos pudo. De este modo la Reforma se extendió, y como veremos después, de esta manera, gran número de bautistas aparecieron.

Los protestantes están también dispuestos a recibir la interpretación de la Biblia de alguno: Los episcopales de sus obispos y sacerdotes, los Luteranos de Lutero, los Presbiterianos de Calvino, los Metodistas de Juan Wesley, los Discípulos, de Alejandro Campbell, etc. La interpretación dada a las Escrituras por estos hombres está consignada en sus escritos, e incorporada por casi todos, excepto por los Discípulos, en credos y confesiones, que son considerados como autoritativos y a los que apelan finalmente. No sucede así con los Bautistas. Ellos no apelan a hombre o a grupo de hombres, ni a credos ni a confesiones de fe, sino a la Biblia únicamente. Sostienen que cada uno tiene el derecho de acudir a ella por sí mismo y de interpretarla por sí mismo.

¿Pero esta interpretación individual, no dará por resultado tantas diferentes opiniones acerca de la Biblia, tantas, en verdad, cuantos sean los individuos que las lean? Así parece. Pero en efecto, no sucede así. Por el contrario, aunque parezca extraño, resulta una similaridad notable de interpretación. Por lo que los Bautistas insisten es por una interpretación sencilla, clara, sensata de la Biblia, cada pasaje debe tomarse en su significado natural, comparando la Escritura con la Escritura, e interpretando cada pasaje a la luz de toda la Biblia. Un entendimiento recto no debe producir diferencias en el significado de varios pasajes, ni discrepancias, sino armonía y hermosura.

Los Bautistas creen en la medianía del hombre. Creen que el hombre mediano tiene tanto sentido común como cualquiera otro. Creen que el hombre mediano es tan bueno como el Papa, que tiene tanto sentido común como el Papa, que tiene tanto derecho para interpretar las Escrituras como el Papa, y que es más capaz para interpretarlas correctamente, porque no está ligado a cortapizas eclesiásticas ni se siente inclinado por el prejuicio. Está en condiciones de dejar que la Biblia signifique lo que intenta significar y lo que quiere significar, ni más ni menos. Con la opinión formada del hombre mediano, como medio, y del Espíritu Santo, como guía, la interpretación de las Escrituras es capaz de ser correcta. A cualquier precio los bautistas están resueltos a confiar en esta interpretación. Desean poner la Biblia y sólo la Biblia en las manos del pueblo y dejar que la interpreten por sí mismos. Cuando lo hacen creen que serán capaces de aceptar las doctrinas bautistas y llegar a ser bautistas. Ha habido muchos ejemplos significativos que ilustran esta verdad, en los casos de Adoniram Judson, Luther Rice, Oncken, en Alemania, el Barón Uxkull, en Rusia, F. M. Iams, el autor de «Behind the Scenes», y muchos otros. ¿Pero tal principio no es muy peligroso? ¿No es enteramente indefinido, incierto y precario para que sirva de base a una denominación religiosa?

¿Retendrá a sus miembros unidos? ¿No será simplemente un «cordón de arena?» Así pudiera parecer. Pero en realidad, los conserva unidos. Debe haber diferencias sobre puntos insignificantes. Pero en los grandes y amplios principios fundamentales del cristianismo, los Bautistas están enteramente de acuerdo. En verdad, este «cordón de arena» —la interpretación individual de la Biblia —mantiene a los bautistas unidos más estrechamente y más fuertemente que las otras denominaciones. Un paido-bautista dijo hace algún tiempo: «Ustedes bautistas no tienen autoridad eclesiástica que los ligue. Se mantienen unidos por un «cordón de arena». Pero creo que están ustedes más unidos que cualesquiera de nosotros». Así es. La razón es que los Bautistas están unidos por una autoridad natural y no artificial, por lazos morales y no materiales, por cuerdas espirituales y no físicas, por principios y no por personas. Su «cordón de arena» es en efecto, la cuerda más fuerte que puede haber. Nunca se revienta. Se hace más fuerte a medida que los siglos pasan. Esa cuerda es la Biblia.

«A juicio de los hombres de otros credos, el hecho característico en la historia de los Bautistas, durante los dos últimos siglos, ha sido la maravillosa continuidad de su credo, de su doctrina ortodoxa. Muchos miembros de otras iglesias que tienen amplias normas escritas y un sistema ingenioso de prevenciones e impedimentos para evitar y castigar la herejía, se admiran de que una denominación – sin credo, sin un gobierno, sin ninguna autoridad central, o algunos otros estorbos humanos, pueda sostener la unidad con cada organización local independiente y responsable sólo a Cristo —que tal cordón de arena hubiera permanecido intacto y que haya podido soportar una tirantez que los cuerpos más fuertes no han soportado muy bien. Pero hay una razón plausible para este fenómeno y es la lealtad bautista a su principio fundamental, la Palabra de Dios como la única regla de fe y práctica». (Vedder’s History of Baptists, pág. 223).

Andrew Jackson, el gran Presidente, en su lecho de muerte, señalando a la Biblia dijo: «Ese libro es la roca sobre la cual descansa nuestra república». En un sentido más alto y más verdadero ese libro es la roca sobre la que descansan los Bautistas. Cuando Sir Walter Scott estaba para morir, dijo a su hija: «Tráeme el libro». «¿Qué libro, padre?» preguntó ella. Sir Walter Scott fue uno de los más grandes escritores del mundo. Tenía muchos libros de gran valor en su biblioteca. Fue el autor de numerosos volúmenes, en prosa y en poesía. Y por esto su hija no sabiendo a qué libro se refería preguntó: «¿Qué libro, padre?» «El Libro», respondió. «Hay sólo un Libro—la Biblia».

Yo mismo he formado una considerable biblioteca. Muchos de los mejores libros publicados me han sido remitidos para su revisión al Baptist and Reflector durante los veinte años que tengo de editarlo. Se pueden encontrar un gran número de libros de gran valor que pueden ser leídos. Pero hay un libro, especialmente que recomiendo que debe leerse, estudiarse. Debe ser el consejero, debe ser lámpara a los pies, lumbrera en el camino. y la despensa del alimento espiritual. Ese libro es el Libro de los libros—la Biblia. Consúltese libremente. Consérvese la lámpara aderezada, la luz encendida y acuda con frecuencia a la despensa. Vaya a donde el Libro lo guíe. No deseo que sean bautistas simplemente porque sus padres son bautistas, sino porque leyendo la Biblia cuidadosamente y considerándola con oración, os haga bautistas, como creo firmemente que sucedería.

Apóyense en esta Biblia. Es el don más precioso de Dios a los hombres después del don de su amado Hijo, de quien nos habla la Biblia. Los padres cristianos no pueden quizá heredar a sus hijos dinero, propiedades, pero pueden heredar la herencia más rica, la más preciosa, la de más valor —la Biblia. Ese libro que ha sido leído por toda la familia unida, y por cada uno en particular. Amesele; vívasele; sígasele.

EL ATALAYA BAUTISTA
Escrito en 1919

 

Deja una respuesta

Deje un comentario respetuoso. Tome en cuenta que esto no es un foro de debates, y no todos los comentarios son aprobados.

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *