Unidos Sobre los Principios Fundamentales

La literatura moderna y actual está llena con pláticas suaves de hombres irresponsables en religión. Un número de hombres buscan la sabiduría procurando formar un plan para una nueva religión, que dicen que demandarán los soldados cuando regresen de los campos de batalla. Estos hombres afirman que nuestros soldados no estarán conformes con permanecer en los antiguos métodos, doctrinas e ideales sostenidos por las iglesias. Afirman que estos soldados relegarán a los rincones y al aislamiento a los adoctrinadores y sectarios que procuren imponer a la vida moderna las cosas antiguas. Sostienen que demandarán cosas nuevas. Estos hombres dicen que debe haber una reorganización del cristianismo. Enseñan que las líneas de demarcación, y los hombres encargados de secciones en religión deben quitarse y que un cristianismo sin doctrina debe ocupar su lugar. Los hombres no deben, dicen ellos, tener grandes credos probados por el tiempo. Todas las cosas deben arreglarse con la idea de la eficiencia, economía, unidad, hermandad, etc. Toda esta clase de prácticas agrada a algunos; y al fin, satisface a la conciencia de estos escritores voluminosos que nunca han conocido, sin duda, nada más que la forma y letra del cristianismo y han estado ignorantes de su poder. Mi predicción es que una civilización sólida y estable no puede establecerse sobre bases débiles, sin convicciones.

Hay ciertas doctrinas fundamentales que son esenciales, imperativas y absolutamente necesarias para el crecimiento y desarrollo de una gran civilización cristiana. Mencionaré algunas:

1. La Inspiración de las Escrituras. Toda la Palabra de Dios es inspirada. Los hombres deben creer esto, si ha de haber alguna reverencia o reconocimiento de la autoridad en religión. La Biblia ha obtenido sus triunfos indisputables a través de los siglos. Los que han creído en su inspiración, han sido los fundadores y los promotores de los movimientos que han amoldado y creado la civilización actual. El hombre que no tiene la fe firme en la inspiración de la Biblia, tarde o temprano, dejará de ser un obrero eficiente en el trabajo religioso. Su fundamento ha desaparecido. No tiene esperanza de tener una eficiencia permanente en el cultivo de las almas y en el establecimiento del Reino de Dios sobre la tierra. Es mi deliberada creencia de que este principio fundamental hará volver al mundo a su norma.

2. La deidad de Cristo. No quiero decir su divinidad. Esta es una doctrina fundamental para conquistar el carácter. Los hombres deben creer que era y es el Cristo de Dios, el Dios y hombre, absolutamente divino y perfectamente humano, sin pecado, nacido de la virgen, el Dios mismo. La civilización no puede y no podrá establecerse permanentemente negando este principio fundamental. La fe en la deidad de Cristo es esencial a cualquier pueblo que procure alcanzar los más altos ideales. Cualquiera filosofía de la vida, o teoría de la religión o programa para mejorar el mundo que no se apoye en la gran doctrina de la deidad de Cristo es nacida para morir y camina a una violenta condenación. Nada había en la reciente guerra, nada hay en el período reconstructivo que menoscabe ni que demande el abandono de este principio fundamental.

3. El tercer principio fundamental, al derredor del cual las convicciones del hombre deben rodearse y en el cual las almas deben creer es la doctrina de la depravación del hombre. Cualquiera religión aparente espiritual que mistifica, o engaña, o cubre el pecado, pecado espantoso, obrado en el alma del hombre, destruye los principios fundamentales de la civilización. Las enseñanzas de la Biblia, desde el Génesis hasta la Revelación, en su historia, profecía, en cantos y salmos, en el Antiguo y en el Nuevo Testamentos, donde quiera, establece claramente que los hombres son pecadores, nacidos en pecado, concebidos en iniquidad, enemigos de Dios, por naturaleza hijos de la ira, muertos, perdidos, sin esperanza, sin Dios, sin Cristo, depravados en las inclinaciones de sus almas. La experiencia humana y la historia comprueban esta doctrina.

La vida pecaminosa y sangrienta del hombre en todas las esferas, confirma esta gran doctrina. Los soldados no creerán que los hombres no son pecadores. Ellos vuelven a América, no para suavizar esta doctrina. Saben que son pecadores; y nada tendrán que hacer con una religión que no provea la medicina para su negro pecado. Un evangelio adecuado para los pecadores debe ser un evangelio que estirpe las raíces y gérmenes de la depravación moral sobre esta doctrina, la nueva religión debe apoyarse.

4. Otra norma de doctrina, que el mundo debe aceptar, es la doctrina de la eficiencia de la sangre de Cristo para sanar cada enfermedad moral y aliviar cada alma enferma. Las ceremonias no lo harán; formalismos, credos, uniones, federaciones y hermandades y todo eso, no serán suficientes para cuidar de las almas de los hombres. El Calvario es el remedio para la maldad del mundo. Un Cristo sin mancha, sin pecado, muerto por el cruel escepticismo y por el pecado de los hombres depravados. Esto no fue un martirio, sino una substitución, un sacrificio, una expiación en cumplimiento de la ley quebrantada de Dios. El elemento divino asió al Padre, cuya ley había sido quebrantada y el elemento humano de Cristo asió al hombre, para que por su sangre derramada, uniera a Dios y al hombre en perdón y reconciliación. El hombre no puede ser salvo por patriotismo aun cuando muera en las trincheras. El hombre no puede ser salvo por ceremonias, ordenanzas, ni méritos morales. Son salvos por la sangre de Cristo. La predicación que necesita este nuevo mundo y que demanda esta nueva religión debe estar al derredor de la cruz de Cristo, fe en su deidad, confianza en su humanidad sin pecado, creyendo de todo corazón en la eficiencia salvadora de su sangre derramada.

5. El quinto y último principio fundamental que quiero mencionar, al derredor del cual, debemos reconstruir este mundo nuevo y moderno, es la salvación por gracia, y por gracia solamente. Debe ser pura gracia, no obras y gracia, no gracia y obediencia, no una parte de gracia y una parte de méritos humanos, sino gracia sola, la gracia que es don de Dios, la gracia inspirada del cielo, la gracia aplicada por el Espíritu Santo, la gracia, cuyo vestido es tejido y tramado en el cielo y por las manos de Dios. La consistencia en esta predicación y la convicción deben mantenerse. No se debe predicar la salvación por gracia y después corromperla con el gobierno de la Iglesia o con las ordenanzas eclesiásticas. Debemos recordar que el ultimátum de Dios al mundo pecador es Cristo en el Calvario y que lo clavó de los dos brazos en la cruz para la redención del mundo. Los hombres no merecen la misericordia de Dios. Su salvación es un puro don de Dios.

Al derredor de estos cinco principios fundamentales las fuerzas de reconstrucción deben reunirse. Cualquier unidad propuesta por un grupo de hombres, cualquiera organización eclesiástica que desprecie estos cinco principios fundamentales no unificarán a un mundo distraído.

Cualquiera federalización de organizaciones religiosas que no tomen en cuenta estos principios fundamentales y basen su esperanza de unificación y correlación de las agencias del Reino de Dios no pueden y no podrán, así creo, recibir las bendiciones de la Palabra de Dios o las bendiciones del Trino Dios. Cualquiera organización que procure desvirtuar estas doctrinas no puede triunfar. Es evidente que de estos y otros principios fundamentales Pablo habló cuando dijo si un ángel del cielo os anunciare otro evangelio «que el que os he predicado, sea anatema». Estas doctrinas, fielmente creídas, espiritualmente predicadas, y lealmente admitidas rehacerán a este antiguo mundo y efectuarán la unidad por la que rogó nuestro Señor Jesucristo en su oración que tenemos en Juan capítulo 17. La filosofía de la materialista Alemania ha fracasado. Fracasó por una sola razón, porque abandonó estos principios fundamentales. Una nueva filosofía y un nuevo plan de vida debe formarse por los pensadores modernos. Y si no se toman en cuenta estos principios fundamentales también irá al fracaso cuando sea probada en el crisol de la experiencia. Deberíamos haber desechado de este país la cultura alemana y sustituirla en lo educacional, en lo religioso y en lo político por la cultura del Nuevo Testamento y sujetar todo movimiento moderno y religioso a su norma. El Hijo de Dios muriendo una muerte expiatoria por la humanidad depravada, trayéndoles la gracia del corazón del Padre, por medio de un mensaje inspirado en la Palabra de Dios, enseñado por un ministerio evangélico lleno del Espíritu Santo, hará volver el mundo a Dios. Cualquier otro método fracasará.

Julio 17 de 1919
EL ATALAYA BAUTISTA

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