Principios para un ministerio deportivo cristiano

Nota del traductor:

Estos principios empiezan con la premisa de que los integrantes del ministerio deportivo cristiano sean creyentes. Si el ministerio es utilizado como herramienta para alcanzar a los jóvenes inconversos, se debe incorporar un programa evangelístico y reglas para proteger el testimonio de la iglesia u organización cristiana patrocinadora.


En un día en el que parece que casi todos los lugares de competencia atlética han sido estropeados por el escándalo, contaminados por el abuso de drogas o paralizados a través de negociaciones contractuales, cada vez hay más hombres de Dios sinceros que cuestionan seriamente la sabiduría de los cristianos que participan en los deportes. No soy uno de esos hombres. Sigo creyendo que existe una necesidad real de atletas cristianos en el campo de la competencia. Estoy convencido de que necesitamos más hombres y mujeres que defiendan con valentía los principios de honestidad y juego limpio. Existe una gran necesidad de atletas dedicados que sigan el viejo lema: «Un tramposo nunca gana y un ganador nunca hace trampa».

La participación en un programa atlético debidamente supervisado puede beneficiar a los jóvenes de tres formas específicas. Primero, la participación en una competencia atlética sigue siendo uno de los mejores métodos disponibles para enseñar el valor del trabajo en equipo y la disciplina. Debido a nuestra naturaleza egoísta y carnal, todos los hombres deben ser entrenados para trabajar con otros. Cualquier pastor o misionero le dirá que la unidad y el trabajo en equipo son vitales para el crecimiento de todo ministerio que busca glorificar al Señor y llevar a cabo la Gran Comisión (Sal. 133:1; Ef. 4:1-3).

En segundo lugar, la participación en un programa deportivo organizado puede ser un medio eficaz para enseñar a los jóvenes cómo manejar adecuadamente la victoria y la derrota. Los jóvenes deben entender que está tan mal regodearse por una victoria como andar con cara de puchero por una derrota. Los programas deportivos brindan a los maestros, entrenadores y padres muchas oportunidades para enseñar los principios del buen espíritu deportivo. El buen espíritu deportivo es, después de todo, nada más que buena conducta. Este debe ser el testimonio del cristiano dentro o fuera del campo. A menudo he dicho: «Puede que no siempre ganes, pero siempre puedes ser un ganador» (Fil. 4:12).

Finalmente, creo que existen algunos beneficios para la salud muy positivos asociados con el ejercicio corporal regular. El servicio fiel y dedicado al Señor a menudo requiere que una persona permanezca en buena condición física. Pocas personas hoy día argumentarían contra el hecho de que la mayoría de los cristianos necesitan cuidar mejor su templo físico (1 Cor. 6:19-20; 1 Tim. 4:7-8).

Estos son algunos de los principios que creo que deberían enseñarse a través del programa deportivo de una escuela o iglesia cristiana:

1. Un buen programa deportivo debe enseñar a los jóvenes a reconocer y desarrollar sus talentos individuales. Dios ha dado talentos y habilidades específicos “repartiendo a cada uno en particular como él quiere” (1 Corintios 12:11), y debemos usar esos talentos y habilidades “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:12). Creo que todos tienen un papel en el equipo y todos tienen un lugar de servicio en la iglesia (Rom. 12:6-8).

2. Un buen programa deportivo debe enseñar a los jóvenes la sabiduría de la preparación y los beneficios de la práctica y el trabajo duro. Como cristianos, siempre debemos estar «dispuesto para toda buena obra», pronto para anunciar el evangelio y «siempre preparados para presentar defensa … ante todo el que os demande razón» (2 Tim. 2:21; Tito 3:1; Romanos 1:15; 1 Pedro 3:15). En nuestra sociedad de «acceso instantáneo», debemos asegurarnos de que estamos enseñando a nuestros jóvenes que las habilidades físicas y el crecimiento espiritual requieren tiempo y esfuerzo.

3. Un buen programa deportivo debe enseñar a los jóvenes el valor de la instrucción y la corrección (Prov. 12:1; 1 Tim. 5:20; Heb. 12:5-6). Creo que el mejor lugar para aprender el valor de la instrucción es el campo de batalla. El segundo mejor lugar está en el campo de juego. He visto a varios jóvenes que no escuchaban a sus padres aprender el valor de la instrucción a través del ministerio paciente de un entrenador dedicado y fiel.

4. Un buen programa deportivo debe enseñar a los jóvenes el principio de responsabilidad personal. Cada hombre es responsable por sus propias acciones (Jer. 31:30; Job 19:4). Echar culpa no cambia la responsabilidad.

5. Un buen programa deportivo debe enseñar a los jóvenes el valor de la responsabilidad. La responsabilidad tiene que ver con las acciones. La responsabilidad tiene que ver con los dones. Somos responsables de las cosas que hemos hecho y somos responsables de las cosas que se nos han dado (Rom. 14:12; Mat. 12:36; 1 Pedro 4:4-5).

6. Un buen programa deportivo debería enseñar a los jóvenes las técnicas de resolución de problemas. Hay algunas cosas que Dios nos permite escapar, pero hay muchas otras que debemos enfrentar con valentía, comprometernos fielmente y, a veces, soportar con paciencia (2 Ti. 2:24-25; Prov. 3:30, 20:3; Fil. 2:3).

7. Un buen programa deportivo debe enseñar a los jóvenes la necesidad de la obediencia y la sumisión a la autoridad (Tito 3:1; Heb. 13:17; Col. 3:22; Rom. 13:1-5). Personalmente, creo que cuanto más joven aprende un hombre a someterse a la autoridad de los que están por encima de él, es más probable que se rinda al llamado de Dios para el ministerio.

8. Un buen programa deportivo debe enseñar a los jóvenes las recompensas de servir a los demás (1 Cor. 10:33, 13:5; Ef. 5:2). No hay lugar en los deportes para el egoísmo. Siempre he pensado que las dos palabras más cristianas para los miembros del equipo son «sacrificio» y «asistencia».

9. Un buen programa deportivo debe enseñar a los jóvenes la importancia de la perseverancia, la diligencia y la resistencia. Hoy en día, muchos jóvenes tienden a darse por vencidos al primer signo de dificultad. Un buen programa deportivo les enseñará a perseverar. Darse por vencido siempre crea más problemas que los que resuelve. (Gálatas 6:9; Santiago 1:12; Prov. 10:4, 22:29)

10. Un buen programa deportivo debe enseñar a los jóvenes la virtud del dominio propio (Pr. 16:32; Rom. 6:12; 2 Pedro 1:5-7). Si a un joven no se le enseña a controlarse a sí mismo antes de que deje el control de sus padres, es posible que viva su vida fuera de control.

Un programa deportivo adecuadamente dirigido puede convertirse en una herramienta práctica de enseñanza para ayudar a los jóvenes a obtener una comprensión más clara de muchos otros principios bíblicos, y los eventos deportivos brindan a los jóvenes la oportunidad de poner en práctica los principios que aprenden. Creo que necesitamos más hombres y mujeres que piensen que el equipo es más importante que el individuo y que cada jugador tiene el deber y la responsabilidad de honrar y respetar al árbitro, a los oponentes y al juego.

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Traducido con permiso

 

 

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